La lejanía
H oy en día la tendencia es a someterlo todo al baremo del 0 o 100 olvidando que algunas de las enseñanzas con las que nos manejamos en la vida no salieron de obras maestras. Por supuesto que de El Quijote se pueden extraer infinitas enseñanzas, pero en los menores Entremeses también se esconden si sabes buscarlas. La última película de Almodóvar se llama Dolor y gloria, pero habla sobre todo del dolor. De cómo el dolor físico nos recuerda lo humanos que somos (Los días que sólo me duele una cosa soy ateo, pero cuando me duelen todas, creo en Dios, viene a decir su protagonista). De cómo el dolor interior, el del alma, sólo se cura cerrando heridas. Revisando en el pasado esos momentos en los que nos hicimos daño y tratando, más que de rehacerlos, de entender a esas personas que nos hicieron el daño, incluyendo, por supuesto y sobre todo, a nosotros mismos. Almodóvar no disimula que se ha puesto un espejo delante, curiosamente algo que ha hecho el mismo Woody Allen infinidad de veces, poner a un actor que le interpreta incluso físicamente. Una manera de usar una barrera, de nuevo esconderse, protegerse, buscar recursos para seguir contando historias parapetado tras trincheras, tratando de acolchar el dolor pero no pudiendo evitar hacer lo que sabe hacer. Como cuando tienes una costra que sabes que te va a arrasar la piel si te la quitas, pero no eres capaz de resistirte a hacerlo, aunque sangres, aunque llores. Crear siempre ha sido llorar, siempre ha sido visitar el infierno para tratar de subir al cielo. Hoy, más que nunca, para el creador el infierno son los otros. Y los otros somos nosotros.