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León

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Hace 150 años una serie de personas cambiaron la historia de Ponferrada. Un pequeño pueblo con poco más que pimientos y vino se abrió al mundo porque esos renovadores liderados por Isidro Rueda consiguieron llevar el tren a la entonces villa, la convirtieron en un nudo de comunicaciones al desviar la Madrid-Coruña, consolidaron el primer instituto... un largo recorrido de episodios en una época en la que ser diputado era encaminarse a una odisea para llegar a Madrid a defender lo propio. Quizá por eso quisieron cambiar la historia y pusieron los puntales para un desarrollo que ahora agoniza tras un siglo XX frenético.

A Riaño empezó a ahogarle la apertura de Pajares como puerto fundamental entre León y Asturias. Y en otros territorios como la Cabrera o Ancares se hace evidente que el que no tiene comunicaciones está condenado a perpetuidad. Ahora, sobre la mesa, está la necesidad de que la vía férrea que conquistaron aquellos personajes decimonónicos sea sustituida por una nueva, la que estuvo en los proyectos del llamado Plan Galicia para paliar el desastre del Prestige, pero que fue desviada hacia el precipicio cuando se produjo ese momento tan terrible para las regiones pobres, en las que cada cambio de gobierno supone una puesta a cero en los caminos recorridos.

Sobran ejemplos de ‘tranvías’ perdidos por unos y otros, en los accesos a Galicia por AVE, en una A-6 que no subió hasta la capital leonesa o en quienes fijaron una Y de autopistas de peaje Asturias-León-Benavente-Astorga a la que sólo se le quebró un brazo. Pero aún peor es la amenaza de quienes siempre han criticado que se gaste donde apenas queda nadie, aunque ahora el temor al efecto de la España vaciada haya modulado los discursos.

El 28 de abril está en juego un cambio de tendencia, como el de hace 150 años, para solventar el Manzanal y la caduca vía que recorre el cañón del Sil hacia Monforte. Pero las esperanzas son escasas en plena encrucijada porque los mensajes están vacíos. Cuando a los mítines iba alguien más que los incondicionales al menos se hacían promesas... esas sobre las que patalear al incumplirse. El estruendo de los palmeros no nos permitió oír nada del Hostal de San Marcos, de Torneros, del Corredor Atlántico, de la Ciuden... de las bazas que sí pueden cambiar las cosas.