CUARTO CRECIENTE
Demiurgo
La casa de Bernardino M. Hernando era una maravilla. Una cueva de Alí Babá tapizada de libros. Había estanterías en todas las habitaciones y en los pasillos. Había libros en el baño, colocados en baldas junto al lavabo y el espejo. Y en un cuarto escogido, sin ventanas, guardaba el archivo al que dedicaba un buen rato todas las mañanas; miles de recortes de papel, miles de retales de periódicos y revistas perfectamente clasificados en carpetas, ordenados por temas y años. Un verdadero centro de documentación.
La primera vez que entré en aquel piso de la calle Federico Rubio de Madrid, en medio de un pequeño grupo de estudiantes novatos de Periodismo, me pareció un lugar salido de una novela de Umberto Eco y Bernardino —el profesor de Redacción Periodística que nos invitaba por turnos a charlar en su casa y probar la tortilla que hacía—, una especie de monje medieval, un demiurgo a cargo de una biblioteca monástica llena de incunables.
Aquel sábado de principios de curso, Bernardino, que había nacido en Mansilla de las Mulas y ejercía el periodismo en publicaciones de todo tipo, nos contó que determinado directivo de un medio de comunicación muy importante le había llegado a ofrecer dos o tres millones de pesetas —o quizá más, la cifra baila en mi memoria— por llevarse el archivo que tenía en el cuarto sin ventanas. Se le notaba orgulloso de haberle dicho que no.
En poco tiempo, Internet irrumpió en nuestras vidas para dejar obsoleto aquel archivo de papel. Bastaba con teclear una palabra en un buscador y la información aparecía de inmediato, sin necesidad de subirse a una escalera y abrir una carpeta cubierta de polvo. Recuerdo haber pensado en lo frágil que es todo.
Acabada la carrera, volví al Bierzo y le perdí la pista a mi profesor. Hasta que esta semana, y ha pasado un cuarto de siglo, leo en la pantalla de mi smartphone que el maestro de periodistas ha muerto a los 84 años. «Bernardino es inmortal. Al menos hasta que en el trastero de mi casa existan carpetas con recortes de noticias de prensa organizadas por temas, según nos enseñó a hacer», escribe un antiguo compañero en el grupo de WhatsApp donde me entero de la noticia. Y no puede ser casualidad, no, que justo en ese momento se agote la batería de mi teléfono.