Política hasta en la sopa
T odo el mundo se declara harto estos días de la política, pero la realidad es que no se habla de otra cosa. Y no sólo cuando sirven el café y el chupito, ya desde la sopa. Hay una pregunta que se repite continuamente, ¿tú quién crees que va a ganar? Y otra que surge a continuación, ¿y quién crees que gobernará? Sobre ambas cuestiones se escuchan respuestas y opiniones para todos los gustos. Nadie está seguro de nada, pero eso no importa.
Como en la Liga de fútbol parece que ya está todo vendido, los pronósticos de las sobremesas se han desviado a las elecciones: de momento las generales y enseguida, sin solución de continuidad, a las europeas, autonómicas y municipales del 26 de mayo. Tenemos tema para largo antes de que la canícula obligue a cerrar la formación del nuevo Ejecutivo quizás hasta septiembre.
La impresión general es que, salvo mayorías absolutas, poco previsibles, habrá que esperar.
La sociedad suele tener prisa por tener alguien a quien reclamarle que le resuelva los problemas y se olvida de que eso no es fácil, que conseguir una mayoría parlamentaria lleva su tiempo. Negociar un programa conjunto y repartirse los cargos y las funciones suele ofrecer retos, codazos y días para poder decir dije donde dije Diego, y que conste que nada tengo que ver ni que decir al respecto por mucho que mi nombre sea vapuleado en ejemplo. De partida, con las encuestas en las manos, la cosa parece difícil.
Pero las encuestas son encuestas y aunque las hay para todos los gustos y consumidores, a menudo se equivocan. Aparte que, ¿no habíamos quedado que la política es el arte de lo imposible?
Pues eso: ahí tenemos a nuestros vecinos portugueses, gobernando con éxito tres partidos acérrimos. O italianos, donde los extremos, la Liga y el Movimiento 5 Estrellas, las dos extremas más extremas, no sólo se han rozado en sus diferencias abismales, ¡han acabado matrimoniando! Y de momento, sin prisas para empezar a hablar de divorcio.
Por lo tanto, aquí ya veremos, como es lógico, preparados eso sí para las sorpresas. Si en EE UU el presidente es Donald Trump, que puede cogernos desprevenidos a nosotros que somos una provincia del imperio. De momento, que no cunda la alarma que casi todo en la vida tiene remedio y las ansias de acceder al poder y su gloria hacen milagros. Ahora mismo, eso también es cierto, el problema es pronosticarlos, por muchas energías que estemos gastando en intentarlo.