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Ponferrada

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Ayudó a evacuar soldados heridos en Guadalcanal, una de las batallas más sangrientas de la Segunda Guerra Mundial. Acompañó a las tropas aliadas durante la invasión de Sicilia en 1943, escribió artículos sobre el conflicto en Europa y en Asia, y sobrevivió a cuatro accidentes aéreos.

John Hersey ya había ganado un premio Pulitzer de novela cuando en la primavera de 1946, ocho meses después del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima, pasó tres semanas en Japón para entrevistar a seis supervivientes de Littte Boy, así llamaron al artefacto nuclear de cuatro toneladas con uranio enriquecido que cambió el mundo.

Hersey habló con un jesuita alemán, con un reverendo de la Iglesia Metodista, con una costurera viuda, madre de tres hijos que también sobrevivieron a la bomba, con un médico del Hospital de la Cruz Roja, una empleada del departamento de personal de una fábrica de estaño y con un doctor de un hospital «suspendido sobre uno de los siete ríos del delta de Hiroshima». El resultado fue un largo reportaje sobre las víctimas del bombardeo publicado en la revista New Yorker. Un largo reportaje, escrito con las técnicas de la ficción para hablar de la realidad.

Su texto emocionó a los lectores —Albert Einstein, que había alertado sobre los peligros de ciencia atómica, trató de comprar mil ejemplares para distribuirlos entre sus colegas— cambió la percepción de los norteamericanos sobre el antiguo enemigo nipón, deshumanizado por la propaganda durante la guerra, y reveló al mundo el horror que escondían las armas nucleares.

Tres cuartos de siglo después de aquella masacre que costó la vida a decenas de miles de personas, el geólogo Mario Wannier ha descubierto que las partículas de vidrio redondeadas en seis playas cercanas a Hiroshima proceden de la ciudad bombardeada. Little Boy volatilizó todo en un radio de seis kilómetros y los cristales, la madera y el cemento de las casas se volvieron arena. «Es poético considerar la mutación de una ciudad en arenas con perlas de vidrio. Lamentablemente, el proceso con que llegó a esta condición carece totalmente de poesía», ha dicho el autor del descubrimiento. Y me imagino lo que habría hecho John Hersey con estas palabras.