HOJAS DE CHOPO
Mala consejera
La soberbia nunca ha sido buena consejera. En política, menos. Dado que algunos no saben interpretar la voz de los ciudadanos, se dedican a repartir mandobles en posición molinillo, hacia el interior y el exterior, a derecha e izquierda. Muchos aún no acaban de entender que los territorios y sus gentes no son su cortijo. Mal estilo, mal gusto, mucha trampa, mucho insulto. Producen soledad. Colmo del despropósito y la falta de credibilidad, ofrece ahora la máxima y metafórica cabeza popular nuevo discurso, después de renegar del anterior, como una montaña rusa ideológica a quienes quieran subirse a ella si es que han podido resistir la miradita del oráculo, del dios andante y perdonador caprichoso de los pecados del resto de los mortales. La soberbia es mala consejera: el examen y el análisis han de empezar por uno mismo y ver, entre otras cosas, si el espacio prometido –siempre tierras de promisión- es el lugar natural del prometedor, que no parece. Y se atreve a marcar a los otros direcciones, decisiones irresponsables en asuntos de Estado, dimisiones sin cuento sin pensar en la propia… La soberbia, además de mala consejera, ofusca a la hora de buscar camino, redobla la ansiedad y no sabe impedir el ejercicio del “todo vale”.
En una sociedad democrática todas las alternativas que respetan sus principios son válidas. Necesarias, mejor, porque la diversidad, por plural, enriquece al conjunto. Nadie sobra en una sociedad que no rechaza a quien piensa de forma distinta, pero pone al menos en duda los juicios previos por malintencionados, las recetas que no se aplican a sí quienes las firman, los amores efímeros e interesados, a los que anteponen sus a veces descarados principios de rentabilidad personal o partidistas a los del común, incluidos por descontado a los del Estado, una verdadera aberración. La soberbia busca cualquier resquicio para el ataque, sin análisis ni pensamiento, actitud que con frecuencia produce el efecto rebote. Necesitamos transparencia, veracidad, coherencia, dignidad. Madurez. Propuestas. Un toque humilde nunca está de más, preferible, desde luego, a la soberbia, muy cerca de los déspotas.
El próximo domingo estamos de nuevo convocados a las urnas. Que los abrazos y sonrisas anteriores no se queden en el olvido después. Gobernar con elegancia atendiendo a los gobernados es síntoma de madurez. Sería una buena noticia, a lo que no estamos muy acostumbrados. Las soberbias tienen estas cosas.