Diario de León
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PANORAMA RAFAEL TORRES
León

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A la violencia ejercida por algunos hombres, demasiados, contra las mujeres, que cada año se salda en España con la muerte de más de medio centenar de éstas y con una devastadora cosecha de grandes heridas y de huérfanos, le ha salido un aliado particularmente monstruoso en el flanco de la percepción pública de ese feminicidio cotidiano: el de las mujeres que secuestran a sus hijos, que los alienan y manipulan para usarlos como daga contra sus exparejas y que atormentan a éstas con toda clase de denuncias falsas y calumniosas que, sobre comprometer su libertad y su relación con los hijos comunes, lastiman gravemente su honor de por vida.

Es cierto que el porcentaje de denuncias falsas sobre violencia de género es, según la estadística, irrelevante, pero no lo es menos que en los últimos tiempos han surgido particulares y organizaciones que, retorciendo la ley que la combate para ahormarla a intereses bastardos o a la sed de castigo o de venganza, han hallado una vía expedita y favorable para lograr sus objetivos en perjuicio del varón, particularmente en los procesos de divorcio. El descarado caso de Juana Rivas, que pese a sus condenas o a causa de ellas, sigue urdiendo añagazas contra su expareja y padre de sus hijos, es, por paradigmático, el que parece haber servido de inspiración a los que éstos días se han conocido inscritos en lo que los investigadores creen que se trata de una organización delincuencial.

Pero ese aliado de la violencia de género, estructurado como secta según el parecer de expertos en relación a «Infancia libre», que tal se llama la asociación a la que pertenecen, una como líder, las dos ciudadanas recientemente detenidas por el secuestro de sus hijos, podría ser una banda delictiva como tantas si no fuera porque sus víctimas principales son los niños, las criaturas reducidas a la condición de botín o de rehenes en un juego siniestro. Arropadas por abogados y psiquiatras de dudosa reputación, y aun por algún partido político que les abrió las puertas del Congreso para exhibirlas no ya como las víctimas que no eran, sino como las heroínas que mucho menos, esas señoras no tuvieron que esforzarse mucho, hasta ahora, para encontrar grandes espacios de impunidad.

La lucha judicial, policial, social, cultural y educativa contra la violencia de género es imprescindible y debe reforzarse y dotarse de los medios que para el logro de su objetivo, la erradicación, requiere, pero para ello también es decisiva la acción severa contra el secuestro de menores, la alienación parental y las denuncias falsas por pocas que éstas sean, a menos que se quiera proporcionar munición a los negacionistas de esa violencia o a los partidos que, como Vox, pretender liquidar esa ley que tan sólo necesita, pero que lo necesita, afinarse para ser enteramente justa y eficaz.

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