Diario de León

TRIBUNA

Donde los pescadores no mienten

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PEDRO DÍAZ FERNÁNDEZ LICENCIADO EN PSICOLOGÍA
León

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D e nuevo ocurrió un hecho insólito en León, un suceso como esa etílica beatificación popular de San Genarín que, aún difícil de creer, puede comprobarse año tras año. Y es que dicen que se sentaron juntos a cenar decenas de pescadores y, terminada la cena, ni las truchas se multiplicaban como en el milagro de los panes y los peces ni se les tomaba la medida a metros.

Testigos hay de esta nueva edición de la Semana Internacional de la Trucha que sigue atrayendo paisanos, compatriotas y algunos extranjeros que retornan a sus lugares contando que León no es solo su catedral, sino también sus ríos, sus paisajes o la hospitalidad de su gente…, de tan noble apariencia que ni los pescadores saben mentir. Para el que no lo conozca, diré que en los días de este festejo se reparten tramos de río, se establece tiempo, modalidad de pesca (cola de rata o mosca a la leonesa) y cada uno que demuestre lo que sabe. Entonces ocurre otro insólito acontecer: ya no hay cormorán, garza o nutria a los que acusar de llevar en pico o fauces la trucha que aguardaba el señuelo. Porque aquel que sin comerse un rosco recurra a torticeras justificaciones, que me diga: ¿cómo es posible que unos metros más allá cuelgan las truchas del sedal de otro competidor?, o ¿Cómo es posible que llegado el turno de otro para pescar el mismo tramo, las truchas se hayan vuelto completamente ingenuas después de ignorar durante horas su señuelo?

Llego a creer que la pesca tiene un algo de divino. Por un lado está el tiempo efectivo de cada jornada, no solo las horas que se pasa en el río, sino la cantidad de veces que el mosquito toca y recorre el agua danzando a las truchas su particular canto de sirenas; por otro, la calidad de cada lance: el lugar escogido, el señuelo seleccionado, la pericia… y en el fondo ese algo propio de cada pescador que no se puede enseñar porque no es otra cosa que arte. Pero se le añadan matices o se busquen otras formas de explicarlo, a lo anterior no me queda más que añadir la parte divina: y es que cada río tiene sus propias ninfas, deidades y no señuelos, seres mitológicos y caprichosos con el tiempo, las corrientes o la forma que las piedras y raíces confieren al lecho, ninfas que recompensan a quienes mejor conocen su morada…

Claro que, Usted, Señor pescador, puede justificar sus malos días y simplificar el arte de la pesca en una mera cuestión de suerte. Pues yo le digo que más le valdría entonces a algunos jugar las chapas en Semana Santa que irse de pesca, pues parece que la suerte les alcanza tan a menudo que no se explica por azar. Sí, suertudo será, pero dicho en corrillos de pescadores, poco sorprende que Ruben Santos haya ganado de nuevo el Campeonato Internacional.

Poco más que añadir que animaros a participar para el próximo año; aprovecho además para saludar a Javier Sancho, sencillamente porque siempre me cayó bien (bueno y porque hasta su jubilación fue una de esas personas que hizo posible que León lleve 53 años celebrando la Semana Internacional de la Trucha), además aprovecho, como buen berciano, para recordar que la Cuenca del Sil también existe, y para terminar, aclaro que en este concurso existe un controlador o notario que confirma las capturas de cada pescador, no sea que, escribiendo que en una cena de pescadores ninguno mintió (ojo, sobre las capturas del concurso), acaben tratándome a mí por el hombre más embustero de la provincia.

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