cartas al director
Silván, el agujero
H ace unos días leí cómo el todavía alcalde de León, Antonio Silván, presumía de su gestión en el Ayuntamiento. Uno de los titulares decía: León está mejor hoy. Quien no lo quiera ver, que no lo vea . Evidentemente, este farol es principalmente debido a que ha intentado seguir la política, que impulsó Emilio Gutiérrez, de reducir la deuda de León. Bien, pues aunque a Silván le parezca una necedad por mi parte, hay cosas que no quiero ver. No quiero ver cómo el ayuntamiento de mi ciudad se comporta como un pelele en manos de lobbies cuyo único objetivo es enquistar la depravación en la sociedad, solo por mantener una débil e indecente estabilidad en el gobierno. Tampoco quiero ver ni oler ciertas zonas de la ciudad; porque desde el ayuntamiento, la limpieza y la seguridad no se perciben como prioridades. Y tampoco quiero ver la aberrante e indignante publicidad pornográfica que aparecen en carteles, marquesinas y autobuses de la ciudad en estas fechas. Y especialmente esto, no lo quiero ver. Pero a pesar de que el partido de Silván y sus socios de gobierno, hayan querido convertir a León en una casa de lenocinio, los leoneses seguiremos resistiendo con la decencia y dignidad que nos ha enseñado nuestra Historia, y enviaremos a los que quieran corromper nuestra ciudad al agujero que ellos mismos han creado.
DAVID GUTIÉRREZ LÓPEZ
Elogio
al compromiso
N o puedo presumir, como tantos y tantos periodistas, de tener en mi curriculum abuelos, padres, tíos, primos... ‘demócratas’ represaliados por el franquismo. Yo esa moda no la tengo. Sólo tengo tumbas silenciosas por respeto a las demás. Sí poseo el honor de haber tenido unos padres sencillos trabajadores, ahorradores de leche aguada, cheposos con carbón de Renfe, consumidores de dolor nocturno... Hoy, yo, humilde jubilado, les recuerdo y les llevo grabados como tatuajes perpetuos...
Cada vez que les contemplo, sonrío, y les prometo ser, por lo menos, tan sencillo y tan fiel, como ellos. Me gustaría que muchos políticos hubieran tenido padres como los míos que nunca presumieron de represaliados y muertos... Porque, como decían: ¡Hijo mío!, las heridas que no cierran bien se complican.
ÁNGEL ALONSO