Diario de León
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FRANCISCO J. LóPEZ RODRíGUEZ PROFESOR
León

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E ste país, que aún seguimos llamando España, está al borde de la quiebra. Bueno, está en fase de desintegración. Lo que se está permitiendo en el ámbito político no es el esperpento es un cachondeo. Todo se permite. Nada es ilegal.

La Constitución española es una norma interpretable y, sobre todo, transgredible. Se incumple a diario y nadie pone veto a todos los desmanes. No hablo de la justicia hablo de una norma superior a todas las normas.

Lo que ha ocurrido en la Constitución del Congreso y del Senado solo se puede dar en un país que camina hacia un estado fallido. Nos estamos acercando a cualquier estado africano o hispano americano, Cuba, Venezuela, Nicaragua que para algunos hay que imitar con gobiernos títeres.

Cuando los gobernantes se venden al mejor postor por mantenerse en el poder es caer en lo más bajo y rastrero. A Viriato le mataron unos traidores mientras dormía. Cuando los asesinos fueron en busca de la recompensa prometida por Marco Pompilio, el cónsul Escipión ordenó que fueran ejecutados por  traidores, al tiempo que les dijo «Roma no paga traidores».

En España ya no se habla de traidores, se habla de negociadores. Negociar el independentismo, negociar sobre los presos, negociar en un futuro sobre amnistías, negociar sobre referéndum, es decir abrir las puertas a un estado y a una república. Todo es válido.

Las fórmulas empleadas por los presos catalanes en el Congreso y el Senado son propias de un país bananero. Unos pocos se han reído de cuarenta y cinco millones de españoles y nadie ha puesto veto a semejante ignominia. Ha sido un esperpento, un cachondeo, el ridículo mayor. Pero toda vale. Prometo por la república, unos. Por los presos políticos, otros. La presidenta del Congreso todo lo ha permitido. No extrañe es catalana y partidaria del referéndum, es decir, que en su ánimo roza el independentismo. Qué podemos esperar de tales traiciones. Y nadie dice nada.

Y el Gobierno de Pedro, el felón o mejor Pedro V que sucede a Pedro IV el Ceremonioso de Aragón, nuevo conde de Barcelona, que es el que desea restablecer los privilegios. A este inquilino de la Moncloa es difícil que lo descabalguen en unos años. Es súbdito de los que rompen España, la patria, la nación, esa que él decía que era un concepto, una idea, para él la patria es él. En este país ya todo vale. Vistas las declaraciones, encuentros, entrevistas de los políticos catalanes, vascos, valencianos, mallorquines, de facto ya están fuera del estado. Para ellos, son miembros de Iberia, ajenos a la realidad española.

Estamos ante un estado fallido. Nos asemejamos a cualquier país africano en el que imperan los señores de la guerra, cada uno gobernando sobre un territorio a su libre albedrío con su cohorte, su ejército al que se paga por los servicios prestados, entre ellos, apoyar la Presidencia del Gobierno. Decía el general San Martin: «cuando la patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla». La patria es el signo de cualquier ser humano. No hay mayor afrenta que no tener patria.

En España se desprecia la patria, la bandera, se humilla, se quema, se ultraja por aquellos que la patria alimentó, agasajó y hoy, educados y narcotizados en el odio, desprecian todo lo español. En la historia todos los poetas, escritores ensalzaron la patria, cantaron sus epopeyas. El poeta José Castellanos canta a España y dice: «?¡Oh patria! Yo, que hasta de Dios blasfemo y desprecio los ídolos del hombre. Yo me arrodillo al pronunciar tu nombre; tú eres mi única fe, mi último amor». Todo lo que está sucediendo en este país es el resultado de unos políticos mezquinos, sin escrúpulos, sin dignidad, sin sentido de estado. Cuando la política se convierte en una necesidad. Cuando se llega a ella como medio de empleo, hacemos todo lo que sea necesario para mantener el puesto y asegurar el cocido.

Los españoles de verdad, estamos entumecidos y anestesiados ante tantos desmanes. Escuchar a los presos catalanes sus juramentos o sus promesas y quienes tienen el poder para evitarlo, por intereses, no lo hacen. Cuando se desprecia todo lo español, se vilipendia y los medios de comunicación o bien, algunos lo apoyan, otros impasibles informan y, los menos, lo critican, qué podemos esperar.

La España fiel, la nobleza castellana y leonesa, la extremeña, el sentir andaluz, y poco más, esa será la España que nos queda. Todo lo demás está sumido en el desprecio y todas las manifestaciones de los traidores nos convierten, sin lugar a duda, en un país de traca, en el que los traidores nos desprecian y nos hacen que estemos conviviendo continuamente en un circo que con sus payasadas desprecian todo lo español y nos están obligando a asistir a un espectáculo inicuo y vejatorio. Pero, estamos en continuo peligro, los enemigos de la patria aumentan y los que amamos la patria disminuyen.

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