Diario de León
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CUARTO CRECIENTE CARLOS FIDALGO
León

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En todos los lugares y pueblos por los que pasó el Caudillo, recibió este el homenaje de sus habitantes, que le aclamaron y vitorearon con todo entusiasmo y fervor patriótico», escribía el diario Proa de la visita de Franco a Ponferrada en mitad del verano de 1949 para inaugurar la central térmica de Compostilla, la Fuente del Azufre y el Canal del Bierzo.

La ciudad se había vestido con «lujosas colgaduras, especialmente las calles y plazas más céntricas». Un tambor de regulares formaba frente al atrio de la basílica de la Encina, acompañado por una centuria de la Falange de León. Franco pasó revista a las tropas, el obispo le dio a besar el Lignun Crucis y «su Excelencia penetró en el templo bajo palio», que portaba el clero parroquial. Bajo palio salió de nuevo, sostenido esta vez por la corporación municipal de Ponferrada, que le había nombrado alcalde honorario y la había entregado la medalla de oro del Ayuntamiento, y por ingenieros de la central térmica que se disponía a inaugurar, mientras el clero interpretaba el himno de la patrona del Bierzo.

«Una ovación apoteósica» de mil quinientos muchachos del Frente de Juventudes le recibió a su llegada a la térmica, seguido del triple grito de «¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!», cuenta Proa. El Generalísmo saludó al personal, recorrió el depósito de depuración, presenció la descarga del carbón de un tren y visitó la presa de la Fuente del Azufre, antes de encender una de las dos turbinas.

Al grito de «¡Viva España!» y «¡Franco!, ¡Franco!, ¡Franco!» y mientras sonaba el himno nacional, el dictador —esto lo escribo yo, no el diario Proa— se desplazó a una residencia próxima, donde le agasajaron con una comida, pronunció un discurso para elogiar el esfuerzo infatigable de los hombres que habían construido la central, dijo «¡Amén!» y se volvió a León en su automóvil blindado, protegido por su escolta.

Hoy sabemos, lo ha contado Francisco Martínez Quico, el último guerrillero vivo de la partida de Girón, que los maquis nunca intentaron matar a Franco ese día. «Se quedó en un deseo», dice Quico. Y lo imagino en alguna de las casas donde se escondían, rumiando su frustración, mientras Franco concluía su «viaje triunfal por tierras leonesas».

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