¿Perdone, los nuestros?
Quizá crea usted saber a quién ha votado en las elecciones municipales, lo cual no deja de tener su mérito, porque entre la diversidad de oferta, los cambios de equipo de los profesionales de la cosa política y el follón de papeletas en las mesas electorales había que hacer un plan de empresa o dibujar una ruta para no perder de vista el objetivo. Que si lo tenía claro, también tiene su mérito, porque a base de cambios de postura en campaña y de no hablar durante la misma más que de las pajas en los ojos ajenos, depositar el voto se antojaba más que nunca un ejercicio de fe. O una apuesta a la generalidad: los que quiero que se vayan, los que no quiero que vengan, los de las ultras, los naranjas, los independientes por tu pueblo (generalmente descolgados de alguna de las formaciones en liza), estos que yo qué sé, pero parece que...
Pongamos que conoce usted el resultado del escrutinio en su pueblo, lo cual visto lo visto no deja de ser también un mérito a anotar en esta larga lista. Puede que pertenezca al grupo de ciudadanos más numeroso, el que ha votado al candidato que al final logró mayor respaldo. Lo cual no le garantiza nada. O los que al deshojar la margarita como usted han sumado una mayoría absoluta o aquí puede pasar de todo. Incluido lo contrario de lo que pase en el pueblo de al lado, que en nada se parece a lo que ocurre en el pueblo de enfrente. El contorsionismo es una cualidad innata de las formaciones políticas, pero la multiplicación de jugadores y lo ajustado del reparto al que obliga el nuevo tablero lleva a los principios irrenunciables de los partidos al más forzado de los escorzos, cuando no al esguince ideológico y programático.
Al final los ciudadanos no hemos tanto elegido a nuestros representantes como delegado nuestro voto (o donado nuestro cromo) a quien nunca sabremos cómo va a rematar el trueque. Hoy mismo habrá sorpresas contrarreloj, no lo dude. Y seremos mayoría, creo sinceramente que absoluta, los que ya no sabremos si somos de los nuestros. Los que en los próximos comicios tendremos las dudas del existencialismo democrático multiplicadas por diez. ¿Cree que no? Enhorabuena. Bienaventurados los confiados, porque ellos verán que en esta vida sólo hay una cosa segura y no tiene que ver (de momento) con las elecciones.