Diario de León
León

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Siempre he recelado del «tengo muchos amigos homosexuales». Hay algo de condescendencia en la expresión. Porque si un amigo gai coge por la calle de la mano a su pareja ¿pones vozarrón para que quede claro que ellos sí pero tú no? Mucho nos queda por recorrer, más allá del alardeo de boquilla. No son nuestro trofeo de tolerancia.

El domingo, zapeando, vi una escena de Jenaro el de los 14, representativa del landismo de 1974. Cuando Íñigo entrevista al personaje y le pregunta qué método ha seguido para acertar la quiniela responde: «Si pasa un hombre pongo un 1, si pasa una mujer pongo un 2 y si pasa… pues una X». La siguiente imagen era todos los del bar de su pueblo celebrando la ocurrencia, en presencia del camarero que es dicha X, interpretado según el arquetipo de los chistes de la época.

Ya que nuestras risotadas de entonces no pueden ser borradas de nuestras bocas, al menos, que nos comprometan hoy más allá del «tengo muchos amigos homosexuales», aunque esté muy bien tenerlos.

En días pasados, un reportaje en televisión planteaba el drama de los gais que en la ancianidad necesitan o quieren ir con su pareja a residencias públicas. Ya mayores, vuelven a sufrir prejuicios que creían superados. La normalidad ha de conllevar la no ocultación, incluida en la vejez. El problema está ahí, ayudemos.

No he visto aún la película La importancia de llamarse Oscar Wilde, sobre los últimos años de su vida. Condenado a prisión por mantener relaciones homosexuales, falleció célebre, demonizado y en la miseria. El escritor estaba casado y tenía hijos, demasiado para los victorianos. Prefiero el título original, The happy prince, cogido de ese cuento suyo en el que una estatúa pide a una golondrina que le vaya despojando de las joyas que la adornan y que se las entregue a los necesitados. Nadie puede escribir algo así sin llevar dentro pureza. El autor de tan bello canto sobre la compasión y el desprendimiento fue arrojado al infierno terrenal. No más llamas.

¿Qué mayor señal de normalidad que el derecho a estar en una residencia junto al ser que amas, sin verse obligado a volver al armario? Largo camino nos queda por recorrer con nuestros amigos gais, pero solo hay una acera: la del amor.

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