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FRANCISCO J. LÓPEZ RODRIGUEZ PROFESOR
León

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M anuel Fraga Iribarne fue casi todo en vida. Solo le faltó ser presidente del Gobierno. Catedrático de Derecho Político y de Teoría del Estado y Derecho Constitucional; doctor en Derecho y licenciado en Ciencias Políticas y Económicas. Número uno en casi todo. Se decía de él que su cerebro producía tal cantidad de ideas que en la realidad no las podía manifestar. Es decir, más rápido el pensamiento que las palabras. Se le reconocen entre medallas y cruces a nivel nacional e internacional más de treinta. Tuvo detractores y admiradores, es decir, una personalidad controvertida. No seré yo quien abra el melón para desentrañar todas sus virtudes o méritos. Pero, en opinión de muchos, tuvo la desgracia de vivir en la dictadura, de no haber sido así, según otros, hubiera ocupado las más altas esferas de la política española y de los Gobiernos, porque fue una personalidad irrepetible y quien más le ha conocido opina que ningún político hoy le llegaría a la suela del zapato.

Su trayectoria política se desarrolló desde los años 50 del siglo XX hasta el año 2011, ocupando, casi ininterrumpidamente, cargos de relevancia política e institucional, tanto en la dictadura de Franco como en el periodo democrático; entre otros, fue ministro de Información y Turismo; vicepresidente del Gobierno y ministro de la Gobernación; y presidente de la Xunta de Galicia. Uno de los padres de la actual Constitución, Fraga promovió el desarrollo de la industria turística; de estos años es el eslogan ¡Spain is different! («¡España es diferente!»). El buque insignia fue el proyecto de paradores y, entre ellos, el de León. Es el sello imborrable que ha dejado. Hoy pretendo hablar solo del parador de León. Ese edificio emblemático portaviones varado en el Bernesga.

La historia del edificio ha sido muy convulsa, teniendo un gran número de usos a lo largo de su historia. Convento, hospital de peregrinos. Fue el símbolo de la represión en León en la guerra civil. Uno de sus «residentes-preso» más ilustres fue Francisco de Quevedo. Instituto de Segunda Enseñanza. Escuela de veterinaria. Cuartel de caballería. Hoy, hotel, el más emblemático de España y orgullo de León. Sus piedras centenarias han envejecido, también su interior. Sus escaleras majestuosas, sus claustros, necesitaban una mano. Sus aposentos, salones, comedores, decoraciones, sus paredes, sus damascos, olían a viejo sin perder su belleza y elegancia.

Hoy le ha llegado la hora de la reforma y de la piqueta. Ahí está sin saber nada de cómo va su obra, de su belleza para el transeúnte para la quietud del viajero y el descanso del guerrero. Nadie en León se está conmoviendo por esa puerta cerrada a cal y canto. Parece ser que dentro están los artífices de las obra. Todo en silencio sin saber cuando volverá a acoger a los nuevos inquilinos. Sin fecha para celebrar el evento, la unión de romántica de, unos, las efemérides de, otros; las reuniones de empresa y el devenir diario de quienes se acerquen a tomar un refrigerio.

Es una vergüenza que nadie se acuerde de San Marcos. Los políticos no lo han mencionado, de pasada, quizás, algunos. En este León cuántas historias estamos enterrando. No hay nadie que levante la voz. Nadie grita en la desesperación de nuestro patrimonio. Nuestro himno dice: sin León no hubiera España, que antes que Castilla leyes, concilios, fueros y reyes dieron prestigio a León. Y nos quedamos con lo hermoso, con lo belleza, con una provincia bendecida por la naturaleza y nada más. Pero somos apáticos indiferentes. Vemos pasar el barco y no nos subimos a él. Estos políticos que solo piensan en la mesa y en el banquete. Estos políticos que arruinan esta ciudad, esta provincia.

No se sabe nada de su ampliación. Se derrumban los edificios y queda el solar, donde crecerán las malas hierbas que son la ponzoña de las instituciones, de quienes las gobiernan. ¿Habrá intereses para que San Marcos siga en el olvido, en el recuerdo? Nadie está poniendo solución al emblema turístico de esta ciudad. Y así todo. Ahí esta Feve, arrinconada, olvidada, sumida en la miseria que unos políticos provocaron y hoy sin arrepentirse de la injuria cometida. Aquellos emprendedores, de baja catadura, están recluidos en sus aposentos después de haber destruido una parte de nuestra historia. Vuelvo a San Marcos. Leoneses no echemos la culpa a nadie. Somos nosotros los culpables porque tenemos lo que hemos querido. Puede ser que los que ostenten el mando solo se preocupen de su estomago, de solucionar su vida. Por desgracia, tenemos unos representantes que no nos merecemos pero somos cómplices porque les hemos elegido. Y como nadie se acuerda de San Marcos ¿para cuándo? ¿Para las próximas elecciones? Mayor desprecio, insulto, improperio no se puede hacer a León que su emblema turístico esté sumido en el olvido.

Este es el progreso de León y su provincia. Hay dinero par bagatelas, políticos de baja catadura, empresas improductivas, viajes de placer, tarjetas sin limite, pero no hay presupuesto para el emblema turístico de la ciudad. El crucero está varado a la orilla del Bernesga. Un barco que se oxida, que tiene parado los motores, que su ancla cada vez esta más corroída. Y los políticos desenfrenados con sus pactos, como charlatanes vociferando en la plaza, subastando el puesto, a ver quien da más. Y emulando a Gerardo Diego: parador de León, nadie a acompañarte baja, nadie se detiene a contemplar tus piedras centenarias, indiferentes o cobardes la ciudad de León y las instituciones te vuelven la espalda. Rio Bernesga, río Bernesga, nadie reflejará su rostro en tus aguas ni siquiera los enamorados porque el parador de León duerme y se hunde en las miserias humanas. Pero, a pesar de todo, lo dice nuestro himno: tierra hidalga, tierra mía con su sangre a torrentes vertida Gloria a ti, pueblo sin par a mi labio el corazón se asoma para pedir: ¡León, leoneses queremos nuestro parador! ¡Ay! si volviera Fraga, ya tendríamos el parador en marcha. Pero ya sabemos que somos un pueblo que nos olvidamos de los ilustres y adoramos a los falsos ídolos presentes. Este León es así.

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