Diario de León

HOJAS DE CHOPO

Cuento de pájaros

Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

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Reconforta saber que algunos jóvenes leen estas hojas. Uno de ellos, sin embargo, me ha puesto en un brete. Me dice a ver si me atrevo con un cuento. Además sobre pájaros. «Los cuentos son también opinión», escribe. Tengo muchas dudas sobre esta afirmación y sobre mi capacidad para tal menester. Pero lo voy a intentar. Eso sí, pienso dejar el final abierto para que cada cual pueda cerrarlo a su manera. A ver cuántos dislates se suman al mío. Una pregunta que tiene tantas respuestas como las que cada cual quiera dar.

Empiezo. Hace muchos años.

En la cocina de mi casa había un pájaro con hermosas alas de colores, las patas finas y delicadas como hilos y el pico largo como el colibrí, me dijeron, aunque nunca supe de qué pájaro se trataba. Lo cierto es que se paseaba por aquellos espacios con casi total libertad, con elegancia desde luego. Entre otras cosas, iba con frecuencia al frutero. Picoteaba las manzanas, comía las cerezas con pepita y todo —se veía cómo pasaban por la garganta, larga, larga— y pelaba los plátanos con parsimonia. Después los comía, saboreándolos con lentitud y satisfacción.

Con los plátanos empezaron los problemas. El pájaro tenía la mala costumbre de tirar las mondas al suelo. Y un día mi madre, con el trajín que siempre traía de una a otra parte, con varias tareas pendientes a la vez, pisó una, resbaló y cayó levantando un estrépito huracanado. Pobre. Se levantó como pudo, con dolores momentáneos por todo el cuerpo. La ayudé en la medida de mis posibilidades. Estuvo un buen rato sentada en una de las banquetas de la cocina, apoyada la espalda sobre la pared azulejada. Yo creo que, además de restablecerse, pensó. O no hizo otra cosa más que pensar, porque, al levantarse para seguir con las mil cosas que traía entre manos, me dijo muy decidida que lo teníamos que comer para que no siguiese haciendo trastadas.

Invitó a los abuelos. De segundo plato comimos lo que mi madre llamó «patatas fritas con pájaro». Dormimos todos la siesta. La verdad es que yo no muy bien. Sentía ciertos movimientos extraños recorriendo mis tripas. Y malos pensamientos.

Cuando despertamos, toda mi familia tenía alas. Y pico. Y patas delgadas. Estábamos todos sobre el cable de la lámpara. En la salita se oía un trinar ensordecedor.

¿Cómo podíamos volver a ser lo que éramos?

Cada cual puede cerrar el cuento como quiera. O como pueda. Tienen la palabra. Todas las palabras que estimen? oportunas.

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