El pastor eléctrico
El pastor eléctrico marca el ritmo de los pueblos de León en este tiempo de mudanza estacional. El metrónomo de la corriente continua, que fluye por el hilo metálico como una serpiente lista para morder, ordena las dos orillas de la propiedad para advertir a quienes quieren pisar la hierba de que no tienen permiso siquiera para ‘ir por lo segao’. El zumbido, tan afín al sonido de amenaza con el que el mosquito se avecina por las noches para hacer presa de las carnes castigadas por el sofoco, anuncia al oído entrenado la inmediatez del peligro que acecha cuando se quiere sobrepasar la línea del prao sin autorización. No conviene rebasar el mojón que delimita la entrada en el monte, ni levantar la portillera que guarda el pasto, cuando a la orilla del camino se avista la cajina naranja con el piloto encendido para dar testimonio de que la finca tiene dueño y ejerce la titularidad. El aviso se define con el doble filo que exhibe la línea a los de fuera, para que no entren, y ajusta el precio del castigo a las reses que creían que pastaban libres. No hay lección como la que dicta una buena ostia de un pastor eléctrico para domesticar a los osados, salvo que tengan la raza indomable de los que hacen pinza con los dedos para tantear las fronteras y medir la frecuencia de emisión de la energía en sus propias carnes.
El pastor eléctrico, después de 24 años de gobiernos ininterrumpidos del PP, salta ahora en el Palacio de los Guzmanes con el atrevimiento de la UPL. El caldero de las víboras, que es el emblema de la casa solariega en la que se asentó la Diputación Provincial como si necesitara un símbolo para dar fe de la filosofía que nutre a sus representantes, cambia de mano aupado por un pacto en el que el PSOE presume del músculo de su Gobierno tras un cortejo que ha durado varias semanas. Al contrario que en la Junta, donde Ciudadanos ha decidido perpetuar el sistema de los últimos 32 años con Francisco Igea como escudero de Alfonso Fernández Mañueco, los leonesistas han optado por el giro en la institución. No han hecho mella ni las advertencias sobre el castigo al que exponen, ni los avisos de los zumbidos con los que los afines a Juan Martínez Majo han intentado hasta el último momento marcarles la línea a seguir. Ahora, falta saber si se llevan la ostia o resulta que, al final, el pastor no tenía corriente.