TRIBUNA
De lo mismo que culpáis
E n poco tiempo hemos sido testigos de agresiones verbales gruesas (y físicas si no hubiesen sido protegidas), a dos mujeres con cargos de representación política por parte de radicales, curiosamente siempre del mismo signo y con el mismo motivo: estos radicales ostentan la verdad absoluta, el orgullo, lo correcto, frente a las dos mujeres que, indóciles, no hacían lo que estos guardianes de la ortodoxia entendían que debían hacer. Sin embargo, ahí terminan las semejanzas: en el caso de Colau, ella se muestra sorprendida, los radicales se extrañaban de que no secundase sus ideas, su ideología, su modelo de vida, radicalismo del que están convencidos que es auténtica democracia. En el caso de Arrimadas, la agresión era por sus «malas compañías» en referencia a pactos con Vox (y eso ha hecho que Ciudadanos se haya mostrado remiso a aparecer públicamente con ellos). También la reacción de estas dos mujeres fue muy distinta: mientras la incredulidad de Colau le produjo miedo, tristeza, dolor y lágrimas, por inmerecida la agresión, ya que se sentía cercana a los acosadores y se preguntaba por que le hacían eso a ella, que después de haber encabezado muchos escraches, no podía imaginarse ahora estar al otro lado. La reacción de Arrimadas fue de resignación, lucha, de indignación y de soportar con estoicismo la regla impuesta por los bárbaros guardianes de la heterodoxia sexual, amén de pedir, con toda razón, la dimisión del ministro que dirige a la policía, que alentó a los radicales con sus irresponsables palabras. Destacar que solo los partidos más tradicionales y algunos periodistas libres dedicaron unas (pocas) palabras de repudio a los acosadores y de apoyo a las agredidas. Incluso hubo una cierta complacencia comprensiva con los pretendidos juegos de los radicales, no con las víctimas. Hasta Podemos, con nombre femenino de partido, que se dice feminista, ignoró la agresión a estas mujeres. Y es que, como afirmaba un conocido columnista, en España la zona de repudio comienza un milímetro a la derecha del partido gobernante.
Ante estos hechos, condenables en ambos casos, se nos ocurren los versos de Sor Juana Inés de la Cruz: hombres necios que acusais/ a la mujer sin razón/sin ver que sois la ocasión/ de lo mismo que culpáis. Efectivamente: el ambicioso proyecto de reingeniería social puesto en práctica en España en los últimos 50 años por políticos con etiqueta de progresistas comporta una serie de tics de autoritarismo, de estatismo y de seudo corrección política, que solo deja lugar a una única ideología basada en la omnipresencia del papá estado como Dios proveedor y en el derecho a la autonomía individual, aunque sometida al ente que le proporciona el sustento, la vivienda, la ocupación, la subvención, la calle y la independencia. Ello ha incidido en profundos cambios en la estructura familiar tradicional, incrementando las familias monoparentales, desestructurando el tejido con vínculos de sangre, aumentando las redes clientelares y despreciando comportamientos leales al pasado, al patrimonio y a la tierra y desautorizando cualquier conducta con atisbos de tradición, en favor de tics rompedores de lo anterior, autoritarios y de seudo progreso.
La indicación a dos dirigentes políticas de con quién tienen que alinearse, que pactar, que pensar, que manifestarse, expulsándolas de la calle y de la manifestación se ha presentado como verdad única y absoluta, imprescindible para no ser atacadas, tiene más de fascistoide que de demócrata, aunque la vistan de seda. Vamos hacia una sociedad-red donde la responsabilidad de las personas por sus actos queda diluida en globales componendas que con un elaborado discurso (lo llaman narración-relato) que oculta la ambición descarnada de poder para implantar ese dirigismo que ya ha fracasado de forma evidente en las sociedades donde se ha desarrollado. Grecia ha sabido reaccionar a tiempo al populismo hermano del español que ha hipotecado el país por más de dos generaciones, pero la vivencia de este hecho ha sido bien diferente; cuando ganaron los homólogos a los populistas españoles, España vivió en primera persona esa victoria; cuando han ganado los conservadores, ha caído un manto de silencio en los medios oficiales. La vinculación de estos agresores de mujeres a todos los medios que puedan destruir la estructura del estado y a los países que los financian con ese fin, debería alertar a los ciudadanos que nos sentimos alejados y ajenos a la lucha descarnada por el poder desde posiciones que han vendido como asamblearias y que ocultan una rigidez dirigente insospechada.
Es justamente esta culpa que endosan a los demás, la que desarrollan en grado amplio quienes agreden y acosan a esas mujeres, y no menos culpa tienen quienes no lo reprochan, asumiendo y aprobando esa conducta con un vergonzoso silencio. La intolerancia de la que culpan a estas mujeres es evidente que es más culpa de quienes las acosan que de las agredidas; el dirigismo y la restricción de libertades está en quienes le niegan a dos mujeres el derecho a pensar, a manifestarse y a acompañar a quienes quieran en la calle; la falta de democracia está en quienes culpan de ella a las que ejerciéndola son coaccionadas; el linchamiento es culpa de los linchadores, no de las linchadas; la asimetría moral presente en los energúmenos agresores enfila a conductas más neonazis que a la supuesta superioridad moral de la izquierda de la que alardean. Por eso aquí se os culpa, y en un grado superior, de lo mismo que culpáis, que seguramente es lo que más os duele.