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Ponferrada

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No vino el rey. Tampoco apareció el ministro de Fomento. Pero el 23 de julio de 1919, se cumplen ahora cien años, Villablino se había engalanado para recibir al primer convoy del tren carbonero que estrenaba la nueva línea de ferrocarril desde Ponferrada. Poco más de diez meses habían bastado para concluir una de las mayores obras de ingeniería del Bierzo; sesenta y cinco kilómetros y seiscientos cincuenta metros de vías que seguían el curso del río Sil y se adentraban en los valles de Laciana para trasladar el carbón hasta la térmica que levantaba la nueva empresa Minero Siderúrgica de Ponferrada.

No fue fácil. El proyecto tuvo que luchar contra la pandemia de la gripe española, que provocó una auténtica desbandada entre los trabajadores del ferrocarril. De los cuatro mil ochocientos que habían comenzado las obras en el otoño de 1918, reclutados por toda España por el Consorcio Nacional Carbonero, apenas quedaron mil doscientos.

Victor del Reguero, en su libro Las gafas del Belga, recordaba que el invierno fue duro. Los obreros se resguardaban en tiendas de campaña y en construcciones improvisadas al pie de las vías. Y ante la falta de mano de obra, había mujeres que se ganaban unas pesetas mientras recogían y cargaban piedra para rellenar la vía. Tampoco era extraño ver a niños dedicados a auxiliar a los peones. La línea costó ocho millones de pesetas y fue necesario construir diez puentes sobre el Sil y seiscientos cincuenta metros de túneles; uno de ellos, de cuatrocientos metros.

Por eso fue un milagro que el trazado estuviera listo en diez meses, cuando el plazo de ejecución eran catorce. Un milagro que cambió el Bierzo y Laciana. Que convirtió a Ponferrada en una ciudad industrial y a Villablino, localidad donde las mantequerías y el ganado tenían su peso, en cabecera de una cuenca minera.

Fue la era del carbón. Un tiempo pasado.

Pero se cumplen ahora cien años. Y en Villablino, no hay otro lugar mejor, un curso de verano de la Uned recordará en unos días la efeméride. Historiadores, arquitectos, empresarios, ferroviarios escarbarán un poco en nuestra memoria sentimental.

No vendrá el rey. Ni tampoco se espera a ningún ministro de Fomento. Basta con que acudan ustedes para que sea un éxito.