Estrés pretraumático
E l parto de los montes de la política nacional, y sus precuelas y secuelas autonómicas, municipales y de asambleas de vecinos, amenaza con ofrendarnos no un alumbramiento, aunque sea con complicaciones y malformaciones, sino un aborto provocado por la nula altura de miras (a izquierda y derecha) y sus espurios intereses. Se adelanta, la democracia no lo quiera, un nuevo embarazo preñado a su vez de antojos y pataletas, toboganes de hormonas no amaestradas y tontunas sin fin para ver a quién le regalan la tarta de pañales más grande. Destinados los absorbentes al fin a recibir excrementos y ser despreciados en la basura, por más que se entreguen entre celofanes y lazos rojos, azules, rojigualdas, naranjas, morados, amarillos,... Digo, perdón, azules, rosas o arcoiris, no vaya a ser que la diversidad se ponga de reivindicativo manifiesto desde la cuna.
Entre la amenaza de los asfixiantes sofocos preelectorales emergen las agonías vacacionales. Sí, parar para disfrutar de aquello que se anhela durante once largos meses provoca en la mayoría de los laboradictos y tecnoenganchados (usted también, el que mira el móvil compulsivamente) un síndrome de abstinencia imposible de superar en el breve tiempo del presunto dolce far niente . Vacacionar deviene entonces en una nueva fuente de estrés, que en breves jornadas le lleva a desear volver con los animalitos del trabajo con los que comparte la mayor parte de su tiempo, enredados en su afanoso enjambre productivo sin respiro; y dejar en el dulce hogar a esos seres extraños que forman su familia, cuyas excentricidades no puede llorar ante el comité de empresa.
Y ahí andamos, enredados entre el culebrón de cuernos de la política y las radiografías existenciales del socializar en vacaciones. Embobados en las mil y una teorías del absurdo más penoso y frustrante, hasta que de la otra realidad sale un puño y te golpea en el estómago. Matilda ha conseguido los dos millones de euros que cuesta la medicina que promete arrancarla de la atrofia muscular. Otros bebés menos mediáticos no tendrán esa suerte, ni se debatirá largamente sobre los recovecos de los tratamientos más caros y menos accesibles. Mientras, Microsoft obtiene beneficios de 34.800 millones de euros. Son dos ejemplos extremos. De los polos irreconciliables en los que se mueve la vida, mientras nosotros seguimos aborregados el vaivén del reloj imbécil que nos hipnotiza.