En medio de la locura
einte delitos a la hora, cinco asesinatos callejeros en la última semana... Aunque la gran Joan Baez afirma que las canciones son una salvación en medio de la locura, Barcelona necesitaría algo más que canciones para salvarse de la locura de criminalidad que la azota.
A la capital de Cataluña no parece que le hayan sido de particular provecho los sucesivos gobiernos independentistas (Mas, Puigdemont, Torra) instalados en ella, ni tampoco las organizaciones anexas (Omnium Cultural, Asamblea Nacional...) cuyo teórico propósito es la conquista de la felicidad, o del bienestar cuando menos, de la sociedad catalana. No quiere decir ésto que el caos convivencial y de seguridad en que se halla sumida la otrora bella, apacible y potente urbe, quepa atribuirlo al movimiento que hace uso de su raspada mayoría en el Parlament para su permanente intentona secesionista, pero sí que el ensimismamiento indepe ha desatendido, acaso por no considerarlo específicamente catalán, lo más elemental, lo más cotidiano, aquello que, como viajar en metro sin que te asalten o tomar una copa sin encontrarte en medio de una reyerta o de un tiroteo, esto es, en medio de la locura, salva cotidianamente de ésta.
No se trata de si 17.000 mossos d’esquadra son pocos o muchos, o de si la Guardia Urbana está dotada o no, en todos los sentidos, para lo que la ciudadanía de Barcelona espera de ella, sino de cómo se ha podido llegar a ésta terrible situación que emparenta la ciudad con las más violentas, inhabitables y peligrosas. No parece sino que buscando el cielo, su cielo, las desleales autoridades de Cataluña se olvidaron de la tierra, que es por donde discurre la verdadera vida de las personas y donde hoy encuentran, por esa desidia institucional, un desatado fragor de bandidos, sicarios, atracadores y hampones de toda laya cortándoles el paso cuando salen a comprar el pan, a relajarse en una terraza o a llevar a los niños al colegio.
Barcelona hoy (veinte delitos a la hora, cinco asesinatos en la última semana...) sufre una locura de la que ni todas las canciones de la portentosa Joan Baez lograrían salvarla. Algo tendrán que decir, que explicar, esos mequetrefes que por amar tanto el cielo, su cielo, han contribuido con su inepcia a entenebrecer Barcelona, la tierra.