Diario de León
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o son cien días en funciones sino muchos meses, demasiados, en los que este Gobierno que preside Pedro Sánchez no ha hecho prácticamente nada, salvo marketing. Durante los meses de gobierno tras la moción de censura, Sánchez no ha conseguido prácticamente ningún acuerdo y ha tenido que gobernar por decreto-ley, abusando de una manera de legislar a la que el PSOE se opuso siempre.

Y se ha movido con unos Presupuestos que aprobó Rajoy y rechazó el PSOE, que le han permitido resistir pero que impiden hacer política en serio y resolver los problemas reales de los españoles. Durante la campaña y tras las elecciones no ha hecho ningún intento serio, ninguna propuesta de programa de Gobierno ni a su derecha ni a su izquierda. Peor aún, ha hecho todo lo posible para que no hubiera un pacto con Podemos que era la principal posibilidad que tenía de formar un Gobierno.

Es cierto que ha aprovechado la ocasión para poner de relieve la debilidad y la codicia de Pablo Iglesias, y que casi le ha destruido como político de futuro, pero no intentó nunca formar un Gobierno. Ni siquiera hizo un movimiento de acercamiento a Ciudadanos, que era el socio preferido por muchos. Es verdad que Ciudadanos dejó claro que no pactaría con Sánchez, pero éste no hizo ni un solo movimiento para cambiar esa situación. Sólo pidió a Ciudadanos, y también al PP, su abstención sin ofrecer ni una sola contrapartida. Nada. No tenía ninguna intención de hacerlo. Ni para ganar la investidura ni, lo que es mucho más preocupante, para gobernar. Y para esto, se necesita algo más que 176 votos. Se necesita programa, proyectos comunes y socios fiables. No hay nada.

Cuando falló la investidura, Pedro Sánchez entró de nuevo en modo marketing. Convocatorias en La Moncloa de asociaciones feministas, ecologistas, de la España vacía, educativas, de la industria o el turismo. Alguien podría pensar que Sánchez quiere escuchar a los movimientos sociales, a la calle. Lo podía, lo debería haber hecho antes de la investidura, pero lo hace ahora. No busca que le aporten ideas, solo quiere titulares en los telediarios, portadas de periódicos, tuits en las redes. Humo. Estas reuniones --que siempre son buenas si hay voluntad de escuchar y de tomar medidas apoyadas en demandas sociales-- solo son una operación de marketing para presionar a Podemos, para ganar fuerza en la calle. Y si Podemos no se baja del burro --y no tiene ni una sola razón para hacerlo ahora después de la investidura-- iremos a elecciones.

Pero como ha dicho el Rey, antes de unas nuevas elecciones hay otras salidas. La primera es un pacto sobre los grandes temas pendientes con PP y Ciudadanos. Su abstención a cambio de compromisos concretos, perfectamente delimitados y firmados públicamente. Reformas constitucionales y de la ley electoral, reformas de la Administración del Estado, una posición de unidad ante el tema catalán, fiscalidad y pensiones, educación, mercado laboral... Pero eso exigiría que los técnicos de los tres partidos llevaran meses trabajando y que los tres líderes, especialmente el presidente del Gobierno que es que tiene mayor responsabilidad, estuvieran dispuestos a trabajar por el bien común y no por intereses de partido. Como decía Oscar Wild, «la tierra es un teatro, pero tiene un reparto deplorable». Al menos nuestra tierra.

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