TRIBUNA | Las cargas impositivas de la producción eléctrica
Para empezar diría que considero que las cargas impositivas asociadas al pago del recibo de la luz deberían de estar asociadas a beneficiar al territorio donde se ha producido esa energía. Entre otras cosas sería un modo de compensar todo el desarraigo que han supuesto los pantanos. Es el profundo dolor de aquellos que han visto anegadas las tierras donde han ido desarrollando sus vivencias.
No deja de sorprenderme que en una de las facturas que acabo de pagar se incluya un «suplemento territorial por tributos de la comunidad autónoma donde se ¡ubica! su punto de suministro». En este caso la referencia es Cantabria.
Otra forma de beneficiarse de la producción eléctrica es a través de que la recaudación de impuestos está en función de donde se encuentra la sede fiscal de la empresa que genera la energía. Diría que en nunca el centro administrativo de la empresa es coincidente con el de producción.
En uno y otro caso las arcas de la administración que recauda esos impuestos, se verán «engordadas» con dinero que les llega desde esos procesos recaudatorios. En función de ello podrán tener más recursos para destinar a las necesidades sociales ya sean en educación, en sanidad, en carreteras…
La situación podría ser muy diferente si esos impuestos se asociasen al territorio donde se genera esa producción eléctrica. Sin entrar a definir los límites de ese ámbito territorial si propugnamos que sean los más próximos al lugar donde se ubica ese centro de producción. De algún modo hay que hacer llegar la compensación económica a aquellos que han hecho un mayor esfuerzo para posibilitar obtener esa energía.
Julio Llamazares en su obra Distintas formas de mirar el agua, hace un retrato magistral de lo que es y supone el desarraigo de aquellas personas que se han visto obligadas a dejar sus tierras y tratan de emprender un nuevo ciclo de su vida en otro lugar. Tomo como propias las palabras de ese autor cuando dice: «La gente no sabe muchas veces que debajo del agua se oculta ni la historia que se borró para siempre con la demolición del último de los pueblos que aquí existieron. De ahí que algunos exclamen mientras lo contemplan: ¡Qué bonito! Y qué triste añado yo».
Ahora que tanto se habla de la España vaciada, habría que recordar que en buena medida es también la España expulsada del medio donde había vivido. En unos casos como en los pantanos la expulsión ha sido directa, se les ha obligado a abandonar sus hogares. En otros casos la expulsión es indirecta cuando se hace imposible resistir sin poder contar con unos servicios mínimos como son la sanidad, el transporte o la educación.
El que la recaudación de impuestos asociados a la electricidad se vinculase al lugar donde se produce podría ayudar a que se pudiera dotar de mayores servicios a esa España vaciada. Ahora mismo no parece que el destino de esos recursos este asociado a los territorios que más lo necesitan.
Carlos Salgado en su libro La cuestión económica de la Región Leonesa recoge las tesis de los profesores de economía aplicada de la Universidad de Santiago Xoan Ramón Doldán y Yolanda Nélida Zotes. Entre otras cosas dicen «los territorios productores (de electricidad) están soportando un gran prejuicio en términos de contaminación e impacto ambiental del que están liberados los territorios consumidores y no productores. Partiendo del hecho de que el precio de la electricidad es el mismo en todo el Estado, a los territorios productores no se les compensa de ninguna forma…». A ello añadimos nosotros que no sólo no se les compensa sino que al vincularse el pago de impuestos al lugar donde se consume y no donde se produce, los beneficios que de ello se derivan también les son ajenos a esos territorios productores.
Hay que tener en cuenta según datos del 2017 la provincia de León producía un 363,6% de su demanda eléctrica, en el caso de Zamora era un 303,1% y en el de Salamanca un 251,1%. Estos datos contrastan con los que se daban por ejemplo en Valladolid donde su producción eléctrica llegaba tan sólo al 28.4% de lo que producía. Todo ello es indicativo de la importancia de cambiar de criterio y ligar los beneficios de la carga impositiva al lugar donde se produce la energía y no tanto al lugar donde se consume.
Además de un acto de justicia y de una cierta compensación por los muchos inconvenientes, sería también una contribución a incentivar el dotar de servicios esenciales a las pequeñas poblaciones. Más allá de la identidad sentimental, también hay que llegar a dotar de recursos que permitan una mayor igualdad social y territorial. Podría contribuir a «llenar» esa España vaciada.