TRIBUNA | La pereza de pensar
La sociedad avanza desde el sustrato de ideas que ayudan a innovar y a dar soluciones a nuestros problemas
Uno de los factores que en mayor medida se prima en la evolución social es el de la comodidad. En nuestro modo de vida cotidiano lo podemos ver en infinidad de cosas. Pueden valer dos ejemplos: el mando a distancia de la televisión o el consumo de leche (que la adquirimos en envases que evitan tener que hervir el producto y permiten una conservación adecuada durante mucho tiempo). Muy pocas personas estarían dispuestas a comprar un aparato electrónico que no incluyese un mando a distancia, ni tampoco sería fácil encontrar consumidores de leche a granel. El mercado tampoco facilita esas opciones. Sin embargo, los que ya pasamos la barrera de los sesenta años sabemos que antes existían.
Esta tendencia a la comodidad también se traslada a la esfera del pensamiento. Lo ha analizado en profundidad un psicólogo que ha sido premio nobel de economía Daniel Kaheman en su obra Pensar rápido, pensar despacio. Al mérito de alcanzar «el nobel de economía» se une el hecho de que es el primero que lo recibe sin ser economista.
La tesis central de ese autor es la de que hay dos sistemas de pensamiento (que denomina sistema 1 y sistema 2) de modo que el primero se caracteriza por ser más intuitivo y rápido y el segundo es más reflexivo y lento.
En esa misma línea tenemos que el denominado sistema 2 exige un mayor nivel de esfuerzo. En ese sentido la «pereza de pensar» nos lleva a adoptar decisiones de forma más intuitiva y más rápida, lo que también lleva a que se produzcan más errores. Los prejuicios y los sesgos llegan más fácil a través del sistema intuitivo. Así se tiende a aceptar o negar una determinada opinión en base a la mayor o menor simpatía que podamos tener con aquel que la emite. Hay poca predisposición a analizar lo que puedan decir aquellos que no coinciden con nuestro modo de ver el mundo. La rapidez diría que es contraria al análisis. Por ello se prima «quien lo dice» sobre «lo que pueda decir».
En general se tiene poco en cuenta la consistencia en que se fundamenta una determinada afirmación. Podemos poner como ejemplo las encuestas. Se tiende a conceder el mismo valor informativo a una encuesta con una base muestral de 800 personas (para toda España) que a otra con 18.000. Por supuesto no se tiene presente aquello que se busca medir. El esfuerzo de pensar que las pequeñas muestras no permiten obtener conclusiones válidas es algo que no se está dispuesto a realizar. Se tiende a conceder a todas esas encuestas, el mismo valor sin pensar en la metodología o la profesionalidad de la empresa que presenta esos resultados.
Como sucede en otros planos, también en el del pensamiento va ganando peso la comodidad y la rapidez. Eso hace que gane influencia las imágenes y la pierda todo lo que es texto. En esa línea se tiende a dar mensajes muy cortos y a obviar los que suponen una mayor extensión o dificultad de lectura.
El mundo reacciona ante los impactos visuales. El drama de la inmigración se percibe en mucha mayor medida cuando se visualiza. Así tenemos que la imagen de un niño ahogado en una playa de Turquía o en un río de México conmueven mucho más las conciencias ciudadanas, que las cifras de niños fallecidos en esos desplazamientos.
El avance en la complejidad del mundo no se corresponde con un nivel de profundización suficiente. En mi opinión no se compagina de modo suficiente la evolución de la problemática mundial con lo que es la disposición mental para afrontar esos problemas.
En estos procesos intuitivos, que priman la sencillez y la rapidez, es mucho más fácil introducir la falsedad, la mentira. Además, diría que en la sociedad actual hay una pérdida de valores. Hay una cierta permisividad con la mentira. Se presume incluso de «ser malo» o «chica mala». Cuando se trata de «combatir al otro» parece como que todo estuviera permitido.
Creo que la libertad se fundamenta en el respeto. En ese sentido evito criticar a aquellos que discrepan con alguno de mis artículos de opinión. Tienen el derecho a pensar diferente y pueden llegar a aportar luz sobre algunas de las cuestiones que he podido tratar. La verdad tiene forma poliédrica y tratamos de aportar nuestra particular visión que desde luego no tiene porqué ser la única.
Históricamente la sociedad avanza desde el sustrato de ideas que ayudan a innovar y a dar soluciones a nuestros problemas. El adoptar posiciones de riesgo aumenta el esfuerzo de seguimiento de aquello sobre lo que hemos decidido arriesgar (sea una inversión u otra cosa). Por ello mismo tenemos que en gran medida se prefieren las opciones más conservadoras. Nos dirá este premio nobel que en esos procesos de decisión es mucho más importante no perder que ganar.
Una sociedad basada en criterios de racionalidad y con valores sociales asentados, tendrá muchas más posibilidades de afrontar con éxito el futuro. Por eso mismo creo importante el dar valor al pensamiento y a la reflexión, aunque nos cueste vencer la pereza.