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Tribuna | Necesidad de definir el rol del papa emérito

Publicado por
Prisciliano Cordero del Castillo | Sacerdote y sociólogo
León

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Para comprender el oficio del obispo de Roma como papa de la Iglesia Católica Romana, hay que conocer la constelación de oficios, ministerios, prelaturas y apéndices eclesiásticos o seculares que giran en torno al sucesor de Pedro. A este complejo mundo burocrático, hoy hay que añadirle la presencia de un papa emérito, un título que Benedicto XVI creó después de su decisión de renunciar el 11 de febrero de 2013. El emérito como institución fue creado justo antes del cónclave que eligió al sucesor de Benedicto, el papa Francisco. La nueva institución fue en gran medida improvisada, sin una tradición reciente con la que contar, dejando totalmente solo al papa emérito para que se regulara esta nueva institución, aunque respetando siempre la libertad del obispo de Roma en su ministerio, un ministerio de unidad de la iglesia, libre de interferencias indebidas externas o internas.

Dicho esto, la institución del emérito viene funcionando desde marzo de 2013. Benedicto y Francisco tienen una relación que es percibida como buena o muy buena por el público. En este sentido, la película Los dos papas refleja el intercambio que ocurrió en la complicada y sin precedentes transición de poder, una transición simbólicamente aún no consumada. En el transcurso de esta transición, en los últimos meses ha habido dos incidentes importantes. El primero fue la publicación en abril de 2019 de un ensayo firmado por Benedicto XVI, que «explica» la crisis del abuso sexual en la Iglesia Católica y descarta las investigaciones científicas y sus conclusiones sobre la génesis del escándalo, para centrarse en una explicación sociopolítica que atribuye la crisis a los cambios sufridos en la década de 1960. El segundo, protagonizado hace unos días, fue el anuncio de la publicación de un libro junto con el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Benedicto desde un principio ha negado cualquier intención de ser coautor, según informó su secretario personal, y ha pedido además que los editores eliminen su nombre y firma del tomo. En respuesta, el cardenal Sarah presentó una carta de Benedicto que le decía a Sarah que hiciera el uso que quisiera con un ensayo sobre el sacerdocio y el celibato que había escrito hace unos años y en un contexto completamente diferente. Cada vez parece más claro que el cardenal y los que ayudan a Benedicto pueden haber aprovechado y traicionado la confianza que un anciano les había brindado.

Esta incertidumbre es una de las consecuencias imprevistas del concilio  y de la práctica de la Iglesia

El libro es una defensa del celibato clerical en la Iglesia y, evidentemente, parece que quiere ser una respuesta al debate que tuvo lugar en la preparación y celebración del sínodo para la región amazónica de octubre de 2019. Este es un incidente no por lo que dice el libro sobre el celibato clerical, sino por el momento en que se publica, a escasas fechas en que se espera que Francisco dé respuesta a las conclusiones y demandas del sínodo del Amazonas. La cuestión no es ni siquiera si se trata de un ataque intencionado contra Francisco. La cuestión, objetivamente, es la libertad del obispo de Roma en su ministerio, un ministerio de unidad de la iglesia, libre de interferencias indebidas externas o internas.

Por otro lado, las reglas para la renuncia de un papa nunca se discutieron, ni en el Vaticano II, ni después. El concilio facilitó la opción de que un papa renunciase (una opción contenida en el derecho canónico), pero esa opción siguió siendo un tabú hasta 2013. Ahora, a más de 50 años del Vaticano II, esta situación de incertidumbre es una de las consecuencias imprevistas del concilio y de la práctica habitual de la Iglesia, que puede acarrear situaciones conflictivas en la convivencia de los dos papas. El destino de la institución del emérito se dejó en manos del propio emérito. Así como nadie está a cargo de aceptar la renuncia del papa, nadie estaba a cargo de decirle a Benedicto XVI qué podía o no podía hacer, dónde podía vivir, qué tipo de séquito podría tener. Se suponía que la nueva institución podía auto-regularse. Pero, después de estos pequeños desencuentros entre el papa actual y el papa emérito, cada vez se siente más la necesidad de definir el rol que ha de jugar el papa emérito y cuáles serían sus cometidos y limitaciones, sin interferir en la actividad del papa actual.