Tribuna | Educar
Una vida social sin pautas de comportamiento es insoportable. No me gusta generalizar, pero es evidente que ya son varias las generaciones que, desde niños, fueron educados en la espontaneidad, privados de pautas por las que regirse, que les ha causado una desorientación. Nadie-quiere-imponer-nada-a-nadie. Y, así, han crecido con pocas normas y modales. La educación cívica de los españoles. Cada vez más asilvestrados. El tuteo ha arrinconado a la palabra usted hasta convertirla en un arcaísmo. Ceder el paso o el sitio en el autobús lleva camino de convertirse en una extravagancia. Los rituales y las formas, también en el vestir, son expresión del valor que se concede a valores, símbolos y sentimientos.
El deterioro de la vida familiar y las nuevas tecnologías ponen en riesgo una buena educación. Muchos niños pasan muchas horas solos en casa o dedican demasiado tiempo a actividades extraescolares. Hay que reivindicar más tiempo para ellos. Huérfanos-de-padres-vivos: conciliar familia y trabajo. El gran papel que todavía tiene la familia en la sociedad española. La educación está mal, nos solemos quejar. Y tú como padre, como madre, ¿qué estás haciendo o, al menos, intentando hacer? Porque de lo que tu hagas, del resultado de tu intento —de tu esfuerzo— dependerá, en cierto modo, el impacto social de tus acciones (u omisiones): servicio-educativo-común. Los primeros modelos de identidad somos los padres. Solo la familia es capaz de producir amor de forma continuada. Y educar es amar.
Una sociedad inculta, desarraigada, manipulada, poco crítica, tiene todas las papeletas para acabar como sociedad desalmada
La buena educación es algo más que lograr que los niños no coman mirando al móvil, gesticulen con los cubiertos o dejen libres los asientos a los mayores. La buena educación es mucho más que las buenas maneras, pequeñas reglas de urbanidad en el comportamiento que facilitan la convivencia. Educar es enseñar a pensar, enseñar a vivir. La capacidad que tiene el ser humano para pensar en cosas que le superan: la ciencia, las matemáticas, el arte, la religión. Muestra el dinamismo ascendente de la inteligencia humana. La vida es incompleta, provisional, interminable: siempre por hacer. Por ello, es muy importante fomentar la reflexión de los niños sobre sus vidas y sobre la condición humana, que se les ayude a responder a aquellas inquietudes o problemas que no obtienen una-respuesta-científica. Los principios y valores designan nuestra última realidad, nuestras verdades más íntimas y decisivas. La felicidad es un resultado. Es la consecuencia de lo que cada uno ha ido haciendo con su vida. Amar y trabajar conjugan el verbo ser feliz. Decisiones centrales: qué quiero ser, mis principios y valores para funcionar en la vida y con quiénes quiero compartirla. Las personas buscamos la compañía de otras para llevar mejor la existencia. La familia viene impuesta por la genética. A los amigos —y a la pareja— los elegimos. Y uno se retrata en sus amigos… y en su pareja.
A la escuela se le atribuyen funciones propias de la familia. Una sociedad inculta, desarraigada, manipulada, poco crítica, tiene todas las papeletas para acabar como sociedad desalmada. Mientras no nos decidamos a afrontar los retos de nuestro sistema educativo, éste responderá más a intereses de partido que a los de la sociedad a la que tiene la obligación de servir. La ciencia, la cultura y la educación deberían ser cuestión de Estado, es decir, estar por encima de la disputa política, no depender de los cambios de legislatura. Hay un exceso ambigüedad a la hora de apoyar a la familia con algo más que buenas palabras. Es necesario un retorno hacia la familia. A veces parece a punto de perderse, pero siempre rebrota porque en ella se encuentran las dimensiones esenciales para el conocimiento y la solución de los problemas.