Romper, romper…
A los que nos han roto es a los leoneses. Bueno, lo intentaron y persisten. León, los leoneses no pretendemos romper nada, ni España, ni la comunidad forzada con una fracción de castellanos que domina Valladolid; sencillamente queremos salir de ésta, nadie debe ignorar que aquí estamos por imposición. Siempre nos opusimos. ¡Atrévanse a decir que no fue así! Cuando los trámites preautonómicos llegaron a su fin, quedó bien marcado el interés político castellano, homogeneizador de pueblos y territorios que buscaban, el castellano absorbiendo al leonés. Fuimos los leoneses, de León, los últimos inscritos, por imposición y «razones». Además con un intento de «unidad por imposición» tal como ha dicho el sociólogo leonesista Davíd Díez Llamas.
La perversión de los redactores de la primera letra estatutaria que atropelladamente elaboraron, pues había prisa en el amarre y se acababan los plazos, fue perversión, repito, por cuanto ya imponían un pueblo único, y así forzaron el amasijo castellanoleonés, como si los sentimientos de identidad y pertenencia se pudieran conseguir con tal fusión lingüística.
Recuérdese la Ley Orgánica del 25/4/83 que firmó el rey don Juan Carlos I, donde se explicitaba: «…el pueblo castellano-leonés ha expresado su voluntad política de organizarse en Comunidad..». ¡No había tal pueblo, ni con guión ni sin él, más que en la perversa intención de los políticos constructores del Estatuto! Esa expresión, tan incierta como perniciosa para los leoneses, invalidaba todo el siguiente articulado.
Las ideas vertidas en la moción de UPL, leonesista, que ha dado origen al reconocimiento público de la anómala situación de la región leonesa, han de ser defendidas de modo transversal
Luego tocaba borrar la historia leonesa queriendo llevarnos a los leoneses con el insoportable gancho de la «verdad» que ellos pretendían escribirnos. La Fundación Villalar no intentaba tan sólo esparcir (a golpe de talonario) conciencia de comunidad, como ahora dicen, puede que ese fuera el mal menor, sus intentos pasaban por tergiversar nuestra historia, anular nuestra identidad como pueblo diferenciado, mediante propaganda, confusos anuncios e intromisiones en las tradiciones, costumbres y usos leoneses, y más grave aún: en los libros de texto. La fundación citada, con «pensadores» a sueldo, nos quería someter a una lobotomía popular despersonalizadora leonesa.
El PSOE leonés, muerto Baldomero Lozano, no tardó, descaradamente, en ayudar a llevarnos maniatados al patíbulo de Villalar, eso sí, con el mérito engañoso de conseguir votos de leoneses con el antifaz ideológico puesto, que les siguieran a toque de «chifla», en plan Hamelín, en tanto suprimían el tamborín leonés.
Ahora cuando el alcalde legionense, José Antonio Diez, que ha sabido ver y comprender el equivocado camino por el que los autonomistas castellanos, y los anuentes leoneses que les acompañan, el de la nada como región y el pueblo leonés maltratando socioeconómicamente, alertados sus interiores leoneses por la moción de UPL, con valentía sale a decirlo, reclamando el derecho constitucional a autonomía propia, llevado a cabo «con pasos firmes y consensuados». Sus altos mandos le coaccionan, una afrenta al político y un ninguneo hacia la ciudadanía leonesa indefensa.
Pero no queda ahí la cosa, ante la postura de ayuntamientos provinciales que se proponen votar la misma moción (leonesista) para liberarnos del yugo (algunos ya la han aprobado) a los altos mandos no se les ocurre proceder más indigno que tratar de silenciar al pueblo amenazando a «sus alcaldes y ediles socialistas», colocándolos además el espantajo de «otras razones»: es inconstitucional y contraria al modelo territorial. Incierto y malicioso anuncio que hemos de rechazar públicamente.
El otro gran partido, el PP, coincidente en la misma perniciosa idea comunitaria de sumisión para la región leonesa, tanto o más activo en la partitocracia que el PSOE, presionando y amedrentando a los propios, alcaldes y ediles leoneses, por todos los medios intenta frenar la aprobación de las mociones libertadoras. Esto encaja en dictadura de partido, pues anula personalidad y sentimientos.
Va más allá el PP, el personaje aquél, el que fue rival político «en primarias» de Silván hacia la presidencia autonómica, Mañueco, no se le ocurre otra cosa, que, sin pudor alguno, venir a León capital «antes de ayer» con una milonga de inversiones. O piensa que la estulticia nos invade, o que cándidamente vamos a tragar movidos por un supuesto pragmatismo colectivo. ¡No, señor político!, no vamos a dejar de ser leoneses, ni a dejar de percibir lo que en justicia distributiva es nuestro, ni a seguir embozados bajo el término castellano leonés que a otra parte favorece.
Y llegamos hoy en nuestra reflexión a otros: Ciudadanos y Podemos; partidos que se ha incorporado también a lo autonómico que nos afecta, y con el voto de sus respectivos seguidores, simpatizantes o lo que sean, se han incorporado los segundos, a la «casta», emulando actuaciones y comportamientos, vamos, sin criterio ni personalidad leonesa; en tanto los primeros, que ya han conseguido puestos en el ente, se está acreditando como acérrimos defensores de la forzada unión, que ni vivieron, ni compartieron y no conocen más allá del beneficio partidista. De historia la justa, por qué no seguir con la cocina de Villar, ¿verdad señor Fuentes? El puesto que ahora ocupa le lleva a decir cosas para halagar y desdecirse y así mantener partido y posición, aunque haya de estar sustentada sobre atropellados leoneses. Válido también para el señor Igea.
Las ideas vertidas en la moción de UPL, leonesista, que ha dado origen al reconocimiento público de la anómala situación de la región leonesa, han de ser defendidas de modo transversal. Implicación de los leoneses, ciudadanía más o menos comprometida desde su «ser leonés» activo; también desde el asociacionismo sociocultural triprovincial, y el leonesismo…, en defensa propia de los valores comunes. Nada se rompe. Se trata de poner en el puzle español las piezas leonesas que nos han negado poder colocar en su sitio, como región previa y constitucional. Región de León, incuestionable, real e histórica
Finalmente como leonés, muestro mi agradecimiento al alcalde legionense, sin cuya decidida actuación y firmeza, a pesar de los pesares del partido, y por supuesto su emergente posicionamiento, serena decisión ante los medios escritos y las cámaras, sin estridencias, midiendo las respuestas, pedagógicas, ha expandido al dominio público el justo valor de lo leonés. Recobremos el aliento de la esperanza.