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Publicado por
León

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Todo el mundo sabe que las ideas las carga el Diablo. Y todo el mundo tiene claro que las cosas no son como comienzan sino como terminan. Siempre hubo posiciones radicales en el pensamiento humano. Por cierto, que siempre han sido fuente de conflicto, y no siempre para bien.

La rapidez con la que discurren los acontecimientos en la actualidad tiene su paralelismo en el mundo de las corrientes de pensamiento. Se suceden, se mezclan, se contradicen e incluso se confunden. Pero, toda a esta cadena de acontecimientos tiene un elemento común y es la radicalidad que parece haberse instalado en el mundo platónico de las ideas del siglo XXI.

Hagamos una perspectiva de futuro y situémonos en un año tomado al azar, por ejemplo, en el año 3000. No sería descabellado pensar que un posthumanismo científico llevado al extremo, a base de cambiar y recambiar prótesis en nuestro cuerpo, hubiera logrado la práctica inmortalidad de los seres humanos y la desaparición de las enfermedades. Quedarían reducidas las posibilidades de muerte al suicidio y a un accidente muy grave. Accidente que probablemente vendría provocado por aquellos que cansados de vivir se lanzarían desde los tejados, pudiendo impactar con algún viandante yéndose los dos juntos al otro barrio.

No habría enfermedad o dolor que justificara una legislación que diera cobertura legal a la práctica de la eutanasia o eugenesia por motivos médicos. Sólo el aburrimiento por la vida, el pensar que nunca se acabaría y con ello estar aburrido eternamente, justificaría y se entendería como causa legítima para un suicido. Supongo que, aunque cayeran personas como chuzos desde las alturas, la indiferencia del resto sería lo normal dado que sería una opción personal, y libre. Además, podrían optar por tener una vida sana y eterna. Y todo comenzó con la pretensión de garantizar el derecho a una muerte digna.

Los animales habrían sido modificados genéticamente, además de consolidado y humanizado sus derechos. Aquellos que hoy afirman que los gallos violan a las gallinas verían con satisfacción como el mundo animal disfrutaría de una condición cuasihumana. Siempre hubo clases, y de acuerdo con la predicción de George Orwell en su profética obra Rebelión en la Granja, los cerdos se harían con el control de los animales y codirigirán el mundo junto con los humanos.

Quizás nos estemos haciendo un barullo mental entre todos

Claro que no se superarían todas las dificultades. La más básica sería la de la comunicación. Los cerdos, a pesar de su inteligencia, necesitarían de la figura de un relator para que tradujese su lenguaje, que solo ellos y determinados humanos con un ADN específico podrían hablar. Para ser relator se necesitaría un título, lógicamente, que se expediría en determinadas universidades en las que el profesorado sería previamente seleccionado entre una élite porcinohumana. El resto de los animales no tendrían opción.

Aparecerían nuevas discusiones éticas, fruto del pensamiento líquido que con el paso de los siglos se convirtió en gaseoso, a las que habría que dar salida. Desaparecidas las diferencias intraespecies, todos querrían parecerse a las dominantes. Históricamente ha sido así. No sería de extrañar que un burro, aprovechando que tiene cuatro patas quisiera mutar a cerdo. O que una oveja lo pretendiera. También podría darse el caso, por motivos menos materialistas, que una vaca se enamorara de un gato y quisiera que la medicina posthumanista le hiciera algunos arreglos para facilitar su relación romántica. Los humanos, por su parte pretenderían adquirir las capacidades físicas de los animales y así se convertirían en híbridos al más puro estilo de la mitología clásica.

No digo que todo esto vaya a pasar, evidentemente. Pero, ¿quién puede asegurar que no pase? Podemos estar seguros de la bondad de nuestras ideas, e incluso de nuestras intenciones, pero no de sus consecuencias. Es bueno poner todo tipo de ideas encima de la mesa, pero seamos racionales y previsores a la hora de decidir cuales llevaremos a la práctica. ¿Alguien tiene claro hoy día lo que vale y lo que no? ¿Hacia dónde vamos?