No podemos abandonarles: son nuestro tesoro vivo
Algunos han vivido la guerra, y muchos han pasado el hambre que consumió a España en los años que siguieron al 36. Aún así, mantienen la alegría en sus ojos al compartir con nosotros sus vidas, nos hacen partícipes de aquellos episodios, tan miserables como excepcionales, solo por el placer de ser escuchados. Relatos increíbles, fantásticos, y a la vez tan reales como la inquebrantable memoria de nuestros mayores, de quienes hoy están muriendo en residencias rodeados de su generación, pero lejos de los suyos. No podemos abandonarles. No queremos olvidarles.
Unos servicios sociales que gozan de buenas evaluaciones, de las que el PP saca pecho, pero que ahora están en duda
Nuestros abuelos y abuelas, que son capaces de contarte una historia a cada pregunta, ¿qué tendrán que decir de esta contienda invisible, que está haciendo desaparecer a su generación? Ellos y ellas, que se han ganado el respeto de la Historia, la que han zurcido manos con arrugas de más de 90 años, y que hoy no tienen a sus hijos, nietas o sobrinos para sujetarlas en su último adiós. Momentos de despedida trágicos, aunque dónde es justo poner en valor el trabajo de los profesionales del sector sociosanitario, que demostrado su gran profesionalidad y, especialmente, su humanidad, son los que están sustentando esta situación tan dramática. Ellos también son hijos, nietas y sobrinos.
Un virus hoy pone en tela de juicio nuestra conformidad pero, hasta este momento, la mayoría disfrutábamos de un gran bienestar gracias al esfuerzo de estas personas que a costa de su sacrificio brindaron de oportunidades nuestra realidad. La tercera edad se merece ahora el mayor compromiso colectivo. Los datos que vemos a diario son escalofriantes; el estado crítico de las residencias que van creciendo en contagios, disparando los fallecimientos. La tasa de mortalidad en las residencias de mayores de Castilla y León por Covid-19 supera ya el 60%, un dato muy grave que nos sitúa en la tercera Comunidad con más fallecidos en estos centros. Por ello, por los más veteranos, urge aplicar de manera inmediata un plan específico y unitario, un plan de acción para contener este escenario dramático.
Desde el PSOE de Castilla y León hemos puesto a disposición de la consejería de Familia un plan elaborado con profesionales y técnicos tanto del sector sanitario como del de los servicios sociales. Una batería de medidas y propuestas concretas, porque somos una oposición constructiva, y ahora toca arrimar el hombro y sumar. Al Gobierno autonómico le preguntaría: «Si la generación que hoy ronda los 90 años ha sobrevivido a penurias, carencias, hambre y necesidades, ¿no es muy injusto que se marchen ahora en un mundo moderno, cómodo, y lleno de facilidades? ¿No deberíamos potenciar un único eje de actuación coordinado por ambas consejerías, un gran pacto político y social que vele por la seguridad de sus últimos años?».
Los ciudadanos nos votaron para que aportásemos soluciones, como que se pongan a disposición las 500 plazas de la red de residencias públicas que permanecen cerradas, que se refuercen las inspecciones en las residencias, o que haya transparencia en los datos oficiales dándonos también a conocer los números de las residencias privadas.
Medidas que van desde el aspecto más técnico al lado más humano, como que, por ejemplo, haya una comunicación más fluida entre los residentes y sus familiares. Esta cuestión, de mera gestión, se está llevando a cabo en las residencias que dependen de la Diputación de León desde la primera semana con videollamadas entre los residentes y sus familiares, algo que cuesta muy poco pero que significa mucho. La Junta de Castilla y León aún se está planteando el envío de dispositivos a las suyas.
Todo esto nos invita a hacer una reflexión sobre la gestión que se está realizando desde el Gobierno autonómico en esta materia, y sobre el modelo actual de las residencias, que analizaremos cuando toque. Unos servicios sociales que gozan de buenas evaluaciones, de las que el PP saca pecho, pero que ahora están en duda.
La mayoría de las personas que estamos perdiendo en las residencias son historias anónimas, casi 900 fallecimientos en total de gente que, conociéramos o no, pertenecían o habían pertenecido a una familia. Hay mucho que analizar y reflexionar en este tema. Pensemos sobre si los recortes que han venido efectuándose durante todos estos años han tenido consecuencias en esta crisis sanitaria, conduciéndonos a este caos.
Desde las filas de mi partido seguiremos aportando trabajo, ideas y soluciones, con lealtad pero con responsabilidad. No dejaremos que la pandemia arrase con el legado que pertenece a nuestros antepasados, del que todavía hoy podemos seguir aprendiendo para mejorar. Ellas y ellos son nuestro tesoro vivo.