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Publicado por
Antonio Silván. Concejal del Ayuntamiento de León y senador
León

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A pesar de ser uno de los países con mayor índice de mortalidad por el Covid-19 y de las numerosas cuestiones que podría abordar el presidente del Gobierno de España en la situación que vivimos, es destacable que en sus últimas comparecencias haya dedicado más tiempo a cuestiones políticas en detrimento de las informativas o sanitarias.

Una de ellas es lo que el Gobierno PSOE-Unidas Podemos llaman las «informaciones bulo». Daría para una tribuna entera hablar de la falta de transparencia del Gobierno en esta crisis y de la utilización de la televisión pública como medio propagandístico, pero lo más preocupante es el intento de limitar la libertad de expresión con la excusa de la existencia de lo que el Gobierno ha dado en llamar «bulos». Si hay informaciones que pueden ser consideradas delito, el Gobierno tiene la fiscalía como medio y la ley como marco. Todo lo que se salga de ahí, invadirá el terreno de la libertad de expresión, derecho fundamental de los españoles, y lo denunciaremos.

El otro asunto que reiteradamente repite el presidente en sus eternas y paternalistas alocuciones, y sobre el que me extenderé más, es el de alcanzar un pacto para el futuro. Hay que empezar diciendo que esta idea no es original del Gobierno Sánchez, fue un conocido periodista quien propuso por primera vez reeditar los Pactos de la Moncloa en versión siglo XXI. Esta propuesta, escrita con la mejor intención por su autor, fue rápidamente identificada por el Gobierno actual como un salvavidas en medio del naufragio de su gestión.

En contraposición sobre la ausencia de propuestas, de lo que sí habla el Gobierno es de lo que tiene y no tiene que hacer el líder de la oposición, tratando de cambiar el concepto de pacto por el de acatamiento

Ese artículo tenía nombre y, especialmente, tenía contenido, que es lo importante. A diferencia de aquél, el Gobierno lleva semanas hablando de este pacto, pero aún no sabemos ni su formato ni su contenido. Da la impresión que al Gobierno actual, al gobierno de la propaganda, lo que le interesa de este asunto es, sencillamente, la gestión del relato. Así lo ha demostrado con sus hechos hasta ahora. Si tan honesta es la oferta, ¿por qué el presidente no llama al líder de la oposición, al presidente Casado? ¿por qué no le comunica —ya ni siquiera menciono el concepto «acordar»— los contenidos de los Reales Decretos de estado de alarma que el Partido Popular ha aprobado sucesivamente a pesar del desdén del Gobierno para con el principal partido de la oposición? ¿por qué el presidente Casado se entera por la prensa de su reunión con el presidente Sánchez? ¿por qué la renta básica anunciada —medida de calado como pocas— ni siquiera se ha intentado acordar con la oposición?, ¿por qué el presidente del Gobierno habla de acuerdo y su portavoz en el Congreso dedica insultos al líder de la oposición? tantos y tantos ¿por qué?

Parece claro que, por ahora, al Gobierno solo le interesa poder asociarse a un hecho y a un personaje, ambos históricos y reconocidos por todos los españoles como buenos para España: los pactos de la Moncloa de la transición y el presidente Suárez.

De seguir en esta dinámica, pronto se confirmará el pronóstico de que el verdadero propósito del Gobierno con este asunto no va más allá de, primeramente, distraer el foco del debate —hasta entonces centrado en la mala gestión gubernamental de la crisis— y, seguidamente, tratar de «socializar», mutualizar o compartir el fracaso de la gestión gubernamental con la oposición, principalmente, con el Partido Popular. La película podría tener nombre: «Salvar al soldado Sánchez».

Y es que, mientras el Gobierno sigue sin dotar de contenido el marco del acuerdo —que es lo importante—, este asunto sigue ocupando un espacio en el debate nacional que antes ocupaba la negligente gestión gubernamental de la crisis: la acuciante falta de protección de nuestros sanitarios, la ausencia de mascarillas y otros equipos de protección, las compras de material defectuoso, el retraso en la toma de decisiones, la realización de test a los españoles, la incertidumbre sobre las medidas anunciadas y su publicación, las informaciones contradictorias, las disputas entre miembros del Gobierno, y un largo etcétera...

En contraposición sobre la ausencia de propuestas, de lo que sí habla el Gobierno es de lo que tiene y no tiene que hacer el líder de la oposición, tratando de cambiar el concepto de pacto por el de acatamiento. Una estrategia que pervierte el propio sentido de un acuerdo y que claramente está encaminada o bien al reparto de las consecuencias de la desastrosa gestión gubernamental con la oposición, o bien a la estrategia de buenos y malos —en la que este Gobierno es experto— y en la que, según el relato gubernamental, ya avanzo que el Partido Popular será definido como el malo en caso de no plegarse al dictado del Gobierno.

Sin embargo, a pesar de ser conscientes de todo ello y de los precedentes del Sr. Sánchez, el presidente Casado acudirá a la reunión propuesta por el presidente del Gobierno. Lo hará porque todos sabemos que este Gobierno es tan eficaz en la tarea de la propaganda como ineficaz en la gestión. Lo hará para poner encima de la mesa las ideas de las que el Gobierno carece y dar la oportunidad al presidente de que opte por un pacto moderado que le evite abrazar las medidas bolivarianas que sus socios proponen. Lo hará, en definitiva, porque su principal cometido es el servicio a España, más aún en los tiempos de dificultad.

Para ello, el Partido Popular solo pide al Gobierno algunas cuestiones fundamentales: transparencia en la información, disposición inmediata de material de protección para sanitarios y población, que el pacto se suscriba en el Parlamento, marco de la soberanía nacional, y que las medidas pactadas sean moderadas, lejos de las aspiraciones del socio gubernamental Unidas Podemos.

Desde el comienzo de esta crisis son muchas las medidas concretas que el presidente Casado ha planteado al Gobierno y a la sociedad española. Medidas en el terreno sanitario, económico y social. Medidas que maximicen la eficacia del gasto social para llegar a quienes lo necesitan y medidas que protejan el sistema productivo y empresarial, especialmente a autónomos y pymes.

Todos los españoles saben que el Partido Popular es el partido que saca a España del atolladero en los momentos de dificultad y, cuando la historia se repite, la casualidad no existe.