La falsa legitimidad histórica de Castilla y León
Convertir a la Comunidad Autónoma de Castilla y León en «comunidad histórica» supuso el salto mortal más arriesgado que ningún otro estatuto de autonomía se atrevió a dar, pues no otro calificativo merece el elevar a categoría jurídica una soberana falsedad histórica. Por otro lado, una verdadera obsesión de socialistas y populares durante todo el proceso de reforma estatutaria del Estatuto de 1983. Para empezar, vamos a recoger aquellos fragmentos de los preámbulos de ambos Estatutos, 1983 y 2007, que sirvieron de base para inventar ese pastiche colosal al que denominaron «comunidad histórica»: Del de 1983: «Los antiguos reinos de Castilla y León han mantenido a lo largo de los siglos una identidad histórica y cultural claramente definida dentro de la plural unidad de España…» Primera falsedad: no existieron los reinos de «Castilla y León», sino el Reino de León (más antiguo) y el Reino de Castilla, por supuesto, con una identidad histórica y cultural bien diferenciadas.
Sigamos: «Al ejercer, por abrumadora mayoría de sus instituciones representativas provinciales y locales, el derecho a su Autonomía, en los términos que establece la Constitución española, el pueblo castellano-leonés ha expresado su voluntad política de organizarse en Comunidad Autónoma, reanudando así aquella identidad…». Segunda falsedad: jamás ha existido el pueblo castellano-leonés, inventado en 1983 por un Estatuto y extinguido en 2007 merced a otro que, a su vez, inventó el pueblo «castellano y leonés». ¿Qué identidad pues se reanuda?: ninguna, las dos son inventadas, salvo la transformación metafísico-jurídica de «pueblo castellano-leonés» en «pueblo castellano y leonés».
Avancemos: «La Comunidad de Castilla y León, fiel una vez más a ese pasado histórico, asume con su creación… y ha de orientar los actos de todas sus instituciones a la defensa de su propia identidad… Castilla y León, consciente de su significado histórico…». Más falacias: insinuar que Castilla y León tienen un pasado histórico común para dar a entender que hay una sola identidad histórica debería meter en el mismo paquete a Asturias, Galicia y Extremadura (por la parte leonesa), y a Castilla La Nueva, Andalucía y País Vasco (por la parte castellana), y, por supuesto, a las provincias de Santander y Logroño, toda la vida castellanas hasta que sabios políticos de la gloriosa Transición decidieron olvidar lo que habían estudiado en la escuela y dejar de ser fieles a la Historia.
Ya en el Título Preliminar Art. 1.1.: «Castilla y León, de acuerdo con la vinculación histórica y cultural de las provincias que la integran, se constituye en Comunidad Autónoma… 2. La Comunidad de Castilla y León es la institución en la que se organiza política y jurídicamente el autogobierno de la Comunidad Autónoma, asume la identidad de Castilla y León…». La verdad es que lo de la «vinculación histórica y cultural de las provincias que la integran» debemos perdonárselo al estatuyente; obedece a un retocado corta-pega del Artículo 143.1 de la CE-78, pues algo había que poner para crear la autonomía. Porque, claro, lo de la vinculación histórica y cultural de León con Segovia o de Zamora con Burgos es para nota. En cuanto a que «la Comunidad Autónoma de Castilla y León asume la identidad de Castilla y León» es la mejor manera de definirse, por lo anteriormente dicho, como una comunidad a ficticia y, por ende, a su gobierno como un gobierno carente de legitimidad histórica. Que, a la par, carece de legitimidad democrática lo abordaremos en otro artículo.
De su Reforma (2007): «La Comunidad Autónoma de Castilla y León surge de la moderna unión de los territorios históricos que componían y dieron nombre a las antiguas coronas de León y Castilla… A partir de la unión definitiva de los Reinos de León y de Castilla, acontecida en 1230 bajo el reinado de Fer nando III, la Corona de Castilla y León contribuirá decisi vamente a la conformación de lo que más tarde será España…». A esta sucesión de párrafos podríamos calificarla como «la madre de todas las falsedades». Primero, porque esa moderna unión fue un despropósito que para nada tiene que ver con «los territorios históricos que componían y dieron nombre a las antiguas coronas de León y Castilla», puesto que, si fuera así, debería incluir a los territorios que se mencionaron más arriba. Pero donde verdaderamente se lucieron los historiadores convocados al efecto, la leonesa Margarita Torres y el vallisoletano Julio Valdeón, fue al afirmar que con Fernando el Santo se unieron los reinos de León y de Castilla en una unidad jurídico-política, rozando el delirio atribuir a dicha supuesta unión de reinos una nueva entidad jurídica que jamás, ni ayer ni hoy, ha existido: la Corona de Castilla y León.
Este rey, al igual que sus sucesores, siempre se intituló como «Rey de Castilla, y de León, y de Toledo, y de Galicia, y de Sevilla…». Al igual que lo hacen los actuales Juan Carlos I y Felipe VI, que son reyes de Castilla, de León…
Efectivamente, el Reino de León (como el de Castilla) continuó existiendo como tal desde Fernando el Santo hasta hoy —en la medida que los reinos medievales tienen vigencia hoy, es decir, como títulos del Rey de España, pero con igual valor unos que otros—, convocándose sus Cortes de manera separada durante mucho tiempo (y, cuando comenzaron a hacerlo en la misma localidad, lo hacían también por separado). Más aún, este rey, al igual que sus sucesores, siempre se intituló como «Rey de Castilla, y de León, y de Toledo, y de Galicia, y de Sevilla…». Al igual que lo hacen los actuales Juan Carlos I y Felipe VI, que son reyes de Castilla, de León… Ningún rey ni reina, a lo largo de toda la Historia, ha sido titular de la «Corona de Castilla y León», mucho menos bajo esa falta pretensión de reinos unidos, como la idea de Corona pretende sugerir. Lo que sí hubo fueron reyes emperadores (regnum imperium) de León, como lo fueron los reyes leoneses Alfonso VI y Alfonso VII, que además de ser titulares del Reino de León lo eran del de Castilla, Galicia y Toledo, prestándole vasallaje otros reyes peninsulares tanto cristianos como musulmanes. A estos reyes la historiografía castellano-leonesa y la castiespañola suelen llamarlos reyes «castellanos». Y uno se pregunta: ¿por qué los amantes de las Coronas no llamaron a los Reinos de Alfonso VI y Alfonso VII «Corona de León» o «Corona de León y Toledo»?, por ejemplo.
Lo que no tiene perdón de Dios es llevar todo ese cúmulo de falsedades a la educación de los niños en aras de un espurio adoctrinamiento propio de regímenes totalitarios al servicio del más despreciable proselitismo. Pues no otra cosa hace el Estatuto de Castilla y León para escolares cuando dice: «El Título Preliminar comienza diciendo que Castilla y León es una comunidad histórica y cultural, es decir, que todos los castellanos y leoneses tenemos una historia y cultura común…». Tampoco ocurrió esto : «la unión definitiva de los Reinos de León y de Castilla (única vez en que se cuela el «de», por generosa obligación) acontecida en 1230 bajo el reinado de Fernando III, la Corona de Castilla…».