Socialismo
Podemos entender el socialismo como «un ideal de organización propio de grupos pequeños». El socialismo es —si se me permite— una nostalgia tribal. ¡Que no trivial! Por miles de años, el hombre, ha tenido una convivencia limitada: hasta no hace mucho tiempo, nosotros mismos, vivíamos en pequeñas comunidades; en el medio rural, en los pueblos… y nuestro horizonte vital no pasaba más allá de la propia comarca o provincia.
Todos esos miles de años viviendo en pequeñas comunidades han dejado —por supuesto— un evidente «poso» que tiene su reflejo en nuestras costumbres, lenguaje y pensamiento. Se ha generado un condicionamiento —en definitiva— que nos predispone a preferir la seguridad del círculo cercano… Un condicionamiento natural pero reduccionista: en tanto que nos hace dependientes de nuestras emociones primitivas y no nos permite alzar la mirada más allá de lo conocido; asumir nuevos desafíos. Por eso, es importante intentar comprender la fuerza y la limitación que conlleva esa tendencia al socialismo.
Nos sentimos tentados recurrentemente a planificar, desde arriba, la «sociedad» moderna. Grave error
Estar acostumbrados a una vida en donde todos los habitantes de una comunidad se conocen, choca fuertemente con la manera de relacionarse actual: más individual, menos controlada; más impredecible (ya trataremos ese tema). Y ese tránsito desde una forma simple de relacionarse traerá —inevitablemente— unos cuantos equívocos a la hora de enfrentarse con la manera de vivir presente: En una sociedad tribal se apela a la figura de un «líder», y ese líder suele ser la «representación» terrenal de una «soberanía» divina. En una sociedad tribal la economía se gestiona a la manera de una economía domestica y el «reparto» de las ganancias se hace según el dictamen de ese líder, o del consejo de sabios o expertos. En una sociedad tribal la «autarquía» suele ser —en el mejor de los casos— la norma: en el peor de los casos se opta por la invasión y la «requisa» de los recursos de las otras tribus. En una sociedad tribal el «altruismo» es un altruismo sólo para familiares y conocidos: se «protegen» los intereses —lógicamente— de la propia comunidad. En una sociedad tribal —por lo tanto— las «leyes» se aplican para ese «grupo particular» y no se extienden a cualquier individuo fuera de él: no hay un derecho universal.
En definitiva, el sentimiento socialista —de comunidad— es casi instintivo en el ser humano. Nos parece la forma natural de organizar una sociedad, y nos falta tiempo para trasladar ese ideal a grupos más amplios y complejos. Suponemos que la realidad se comporta de una manera familiar: presumimos conocer a cada una de las personas; sus diferentes intereses y motivaciones. Como si de una gran familia se tratara —donde los padres organizan la convivencia y la gestión de la casa a su gusto— así, nos sentimos tentados recurrentemente a planificar, desde arriba, la «sociedad» moderna. Grave error.