Yo, el rey, me marcho
En la Edad Contemporánea se han sucedido exilios forzados o voluntarios de reyes y reinas. Fernando VII se fue a Bayona y abdicó en José I Bonaparte. A Fernando se le considera el rey felón por traicionar a la patria echándose en las manos de Napoleón, pronunciando aquella misiva cargada de felonía «Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M. el emperador nuestro soberano».
Su hija Isabel II, la Reina de los tristes destinos, como también ha sido llamada, tuvo que hacer frente a la Revolución de 1868, conocida como La Gloriosa, que la obligó a abandonar España en tren desde San Sebastián donde veraneaba. Al pasar la frontera a Francia fue increpada por la multitud musitando «creí ser querida más por este pueblo».
La huida forzada de Isabel II supuso un vacío de poder y había que buscar un sucesor y como, de momento en casa no había quien gobernara se lanzaron las redes y cayó un pez más allá de nuestras fronteras. Había un príncipe por Italia, llamado Amadeo de la casa de Saboya y, como no tenía nada que hacer, nos lo trajimos para que pusiera orden entre todas las fuerzas políticas: progresistas, conservadores, liberales y otros muchos partidos que estaban socavando los cimientos de la madre patria. A los dos años cansado se marchó pronunciando aquellas memorables palabras: Si fueran extranjeros los enemigos de España... pero son todos españoles.
Otro rey, Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, tuvo que coger el camino del exilio. A sus espaldas, se estaba maniobrando una nueva República y, el final, sabemos que pasó y las consecuencias posteriores. España cayó, una vez más, en manos de ingobernables, de personas sin escrúpulos, de irresponsables que, ávidos de venganza, consiguieron alcanzar el poder. Esas fuerzas revolucionarias estaban fuertemente influenciadas por ideologías comunistas, republicanas de todos los signos, desde separatistas hasta anarquistas, comunistas etc.
Hoy nuevamente se nos va otro rey, rey emérito, pero rey de España durante cuarenta años. No cabe duda de que la historia se repite y esa historia está mediatizada y cargada de rencor. Queremos una nueva República. No queremos monarquía.
Las voces contestatarias llegan de varios colectivos: de la prensa, de ciertos medios de comunicación, pero, lo peligroso, que las voces salen del Gobierno. Lo españoles somos olvidadizos y nos dejamos arrastrar por las noticias bumerán. En el momento actual estamos desviando otros problemas mucho más importantes desde el punto de vista político y pretendemos cargar las tintas y que el comentario gire en torno al rey emérito.
Se dice, se habla, se comenta, se acusa al rey emérito de múltiples males, desde asuntos personales, sentimentales, hasta corrupción económica por ser beneficiario de no sé cuántas comisiones, de tener parte de su economía en Suiza, de sus cacerías etc.
Es cierto que el máximo representante del Estado debe ser íntegro, impoluto, es decir, no perdonamos defectos, pero las virtudes quedan diluidas y lo único que se difunde es la corrupción real. Repito, de virtudes nada. A raíz de los Juegos Olímpicos de Barcelona, se comentaba que España fue elegida gracias a dos personas que representaban la Marca España en el mundo y tenían una influencia internacional ni más ni menos estoy hablando de: Juan Antonio Samaranch y del rey Juan Carlos I. Ningún político de entonces tenía tanta influencia mundial como estos dos personajes. Eran los mejores embajadores de nuestro país en las relaciones internacionales. El que un país se elegido para unas olimpiadas, un campeonato mundial de futbol etc. no es el resultado de tirar una moneda y si acierto porque he pedido cara y la moneda así lo muestra. No. Intervienen muchos factores y, sobre todo, unos buenos interlocutores y unos respetables negociadores.
El rey ha sido el mejor representante de España en el mundo. El rey emérito jugó un papel fundamental en nuestras conquistas económicas y en nuestras inversiones internacionales. De todos es conocido el poder del mundo árabe. Gracias al rey emérito se han abierto las puertas económicas de inversiones millonarias en el lejano oriente. En Hispanoamérica nuestro mejor embajador es el rey emérito, respetado y con probada eficacia política y económica.
El rey emérito jugó un papel trascendental en la transición. Fue el parachoques de las fuerzas políticas que intentaron revivir un negro pasado. Fue, respeto y admiración. Todo lo bueno queda olvidado y enterrado y sus devaneos amorosos y económicos sobrepasan todas las virtudes. Este país es así. Desviamos, repito, la atención de otros muchos males que son infinitamente muy superiores y perjudiciales no solo para la convivencia sino para el futuro de España.
Es mucho más grave atentar contra la unidad de España y este Gobierno es un ejemplo de felonía. Es mucho más grave el despilfarro económico de los múltiples cargos que se asignaron en el Gobierno para nada, bueno para satisfacer voluntades.
Es mucho más grave la situación económica que ya está ahí. Es mucho más grave la gestión de un problema sanitario que está causando cientos y miles de muertos. Es mucho más grave la corrupción de los partidos políticos que están en el poder. Pero hemos desviado la atención porque el rey emérito ha disparado la noticia con sus corruptelas.
Pero, la posible corrupción de un partido en el poder no importa. Es cierto que todo son hipótesis. Es cierto que hay que dejar a la justicia que actúe, pero no es menos cierto que los gobernantes están dando un ejemplo pernicioso para el país y es mucho más grave que este país, se está desangrando por el cainismo entre nosotros. Cataluña, el país vasco, Baleares, etc. están haciendo lo que les da la gana. De facto, son estados independientes. No respetan nada, ni al gobierno, ni a las instituciones. Todo se les permite. Juran los cargos sin mención a la constitución, sin mención a la unidad de España.
Ha habido muchos felones reyes, pero en este momento la mayor felonía está en el gobierno y no se dice nada. Los proetarras, los separatistas campean con sus insultos a España. Se pacta con ellos. Se está ultrajando a la bandera. El edificio España se está agrietando y el constructor, que es el gobierno, está desparecido. Usamos los falcons. Nos vamos de vacaciones a los palacios. Nos gastamos lo que no tenemos en asesores, en francachelas. Dejamos a un lado y desviamos la posible corrupción de Podemos, que es Gobierno, y cargamos las tintas sobre el rey emérito que debería ser un ejemplo, pero lo masacramos para tapar nuestras vergüenzas.
Esta es la España de siempre. Vamos preparando la III República, no olvidemos que hay un frente popular, sin darnos cuenta de que las dos anteriores, la primera, fue un fracaso político y la segunda abocó en un conflicto sangriento porque la ambición de los políticos es superior a España y al jefe del Estado que es quien no representa y modera las instituciones y los impulsos de unos partidos políticos sin escrúpulos que lo único que les interesa es el poder y no el bien de España. Puede ser que detrás del rey emérito vaya otro rey. Y tenga que decir: me marcho. Este país es ingobernable y como dijere Amadeo I: si fueran extranjeros los enemigos de España... pero son todos españoles. No aprendemos la lección.