Diario de León
Publicado por
José-Magín González Gullón, periodista radiofónico
León

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Ni los autores de la idea imaginaron la enorme expectación y la multitud de visitantes que diariamente se inmortalizan cámara fotográfica en mano ante la figura recién inaugurada del león que a los pies del viejo consistorio aparece saliendo de una alcantarilla. Y es que de inmediato los leoneses le han puesto el título que nadie ha podido borrar de su pensamiento y que debiera figurar en su base: «León saliendo de la autonomía». Porque han visto en él un guiño, un recuerdo, para los cien mil hijos de San Marcelo que un día salieron a la calle reivindicando su historia y que aún hoy siguen esperando una respuesta al agravio comparativo que supuso y supone el haberle negado a León la autonomía uniprovincial que sí concedieron a Logroño, Pamplona, Murcia, etc. Nadie ha querido ni sabido explicarlo nunca.

Con que recurramos a la memoria histórica y verdadera repasando los periódicos de la época. A León no se le permitió votar democráticamente su futuro ni acogerse a los artículos que la ley le amparaba y que sí disfrutaron otras provincias, Para intentar mitigar su descontento se anunció que la nueva autonomía no tendría capital; León y Valladolid se repartirían equitativamente las sedes de las distintas consejerías; una ciudad acogería la sede del Gobierno y la otra la de las Cortes. Todo ello declarado oficialmente por distintos ministros, entre ellos uno leonés.

Pasado el tiempo y demoradas las promesas, la elección como presidente del Gobierno de otro leonés creímos ver en ello un rayo esperanzador. Nada más lejos de la realidad. El corte de mangas que sufrimos fue definitivo.

Apenas habían pasado unos meses se acordó el cierre del Banco de España de nuestra ciudad manteniendo en cambio el de Valladolid, y así mismo el traslado a tierras castellanas del Regimiento de Caballería Almansa. Sin más explicaciones.

Recuérdese que el Estado Autonómico surgió, sobre todo, con la ilusa pretensión de acabar con el creciente y salvaje intento independentista de vascos y catalanes, los más interesados en implantarlo, sabedores como eran de que ganaban con ello una primera batalla que les daba alas para seguir con su idea. La debilidad mostrada ante ello de los sucesivos gobiernos, cuando no la complicidad, y el incumplimiento desvergonzado de las promesas electorales, ha desembocado en la actual e insólita situación, con un gobierno aliado con los separatistas que intentan dinamitar el Estado y partidos políticos que sin votos para ello se han valido de amaños desvergonzados para gobernar con inconfesables animos de revancha. En ninguna otra nación del mundo se comprendería que un vicepresidente del gobierno atentara soez y barriobajeramente contra las máximas instituciones del Estado, proclamando que el insulto es una norma democrática. O que pretenda homenajear en unos casos y blanquear en otros a terroristas, asesinos y separatistas, concediendo ventajas políticas y económicas a sus gobiernos autonómicos. Nuevo agravio comparativo con el viejo y sufrido Reino de León, que por su pacífico comportamiento vuelve a ser degradado por el gobierno de la nación en unos presupuestos que se suponían generales. Se comprenderá que la gente esté hasta su moño del tal vicepresidente, de quien se lo consiente y de sus aliados los hijos de eta e hijos de uta.

Razones hay para temer que con tales comportamientos pueda surgir una nueva pandemia, más peligrosa que la actual, originada por el virus político que fomenta entre los ciudadanos el odio y el enfrentamiento. La última causó un millón de muertos.

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