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Publicado por
León

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SIEMPRE hemos deplorado que haya un solo «Defensor del Pueblo» frente a tantísimos atacantes. Debiera existir uno en cada barrio para equilibrar la situación en la medida de lo posible. El pobre Enrique Múgica, que es un buen hombre, está obligado también a ser un buen lector. En el pasado año 2001 recibió un total de 13.186 quejas, a cual más lastimera. Si encuaderna las cartas le sale el Libro Gordo de Petete que, en el fondo, sería el Libro de Reclamaciones de ese establecimiento histórico que llamamos España. Lo curioso es que esa cantidad de quejas, que nos parece abrumadora, supone algo menos de la mitad de las recibidas en el año 2000. Ese es el enigma: ¿hay menos motivos para lamentarse o la gente ha comprendido que los lamentos son inútiles? Quejarse por escrito sólo le estaba permitido a los poetas. -Jean Paul Sartre decía que el poeta es un señor al que le pagan por quejarse, pero se equivocaba: no le pagan-. En todo caso, el problema es conseguir que el dolor o la desazón del que reclama se traspase a quien debe atenderlo y procurar solucionarlo. No creo que los españoles seamos quejicas. Siempre se ha dicho que el pecado nacional que sigue más de cerca a la amarillenta envidia es el orgullo. «Me duele mucho, pero no me quejo porque quejarse es de bellacos», me dijo mi inolvidable amigo Pepe Salas y Guirior cuando le pregunté algo que nunca debí preguntarle. Exceptuando a algún loco eufórico o a algún discípulo predilecto del doctor Pangloss, que crea que habitamos el mejor de los mundos posibles, hay que reconocer que casi todo es mejorable: las naranjas debieran tener el tamaño de las sandías, el orgasmo debiera durar por lo menos lo que dura la interpretación de los himnos nacionales de los países de los dos equipos y del árbitro, en cada partido del Mundial y, algunas sugerencias para hacer el mundo más amable convendría que se atendieran urgentemente. Por ejemplo, el hermoso deseo endecasílabo de Joaquín Sabina de «repoblar con sirenas los pantanos». Habría menos motivos de queja. 06/06/17-38/2002