Diario de León
Publicado por
J. F. Pérez Chencho
León

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EBRO-Puleva, la mayor empresa alimentaria de España, en la que León tenía, como el buen samaritano, depositada su confianza, celebra hoy Junta General Ordinaria de Accionistas. Se votará una ampliación de capital gratuita para retribuir a los socios con reparto de dividendos. Dará una acción nueva por cada cuatro antiguas. Y, además, pondrá el acento en la creación de una super-empresa agroalimentaria europea. Todo mágico. Ebro-Puleva se esforzó ayer en transmitir normalidad. Lo hizo hasta su presidente Norniella. Cuando la máxima autoridad empresarial, sin pedirle explicaciones, sale a la palestra para decir que no pasa nada, es que algo realmente importante está pasando. La normalidad que publicitan no se la cree, ni de coña, el presidente de Caja Duero, Sebastián Battaner, al que acaban de entregarle la Medalla de Oro de las Bellas Artes 2001, ni un sólo leonés al transformar en definitivo el acuerdo de no valorar ni respetar que León sea sede biotecnológica de la empresa. León, una vez más, queda en lista de espera. Todos los compromisos de fusión entre Ebro y Puleva se han respetado en la Comunidad. En León, no. El adquirido con León muere ante la indiferencia de la Junta o sin que nadie grite para denunciar silencios cómplices. Cuando le han pedido explicaciones a la consejera de Economía, Isabel Carrasco, ésta se escurre como una anguila, calla y remite a los mensajeros al consejo de administración de la empresa. Es la fórmula más hiriente que conozco en la función política. La Junta de Castilla y León ha vendido muchas burras en esta provincia. La última -¿o es la penúltima?- la llevó de su mano Isabel Carrasco, que obligó a la nueva empresa a rubricar su compromiso biotecnológico con León. Un compromiso para amortiguar el cierre de la fábrica azucarera de Veguellina y el secante posterior para que las iras no hicieran crecer el río de la disensión: instalar una planta de bioetanol. Pero esos sueños se le han escapado entre los dedos a Isabel Carrasco. Una vez más, como si la pereza se hubiera metido en los poros provinciales, un proyecto industrial de futuro, limpio, científico y con espectacular valor añadido, vuela. León está en la antesala de la rebelión. Llueve sobre mojado, aunque ya hemos estrenado el cuarenta de mayo y nos quitemos el sayo. El tiempo es radiante. Lo que no cambia es el espíritu de cabreo. La sociedad leonesa está de uñas por este desprecio de Ebro-Puleva. Como lo estaban anteayer los regantes del Cea. Protestan porque el río baja seco y se trasvasan sus aguas a Palencia. La noticia ha pasado desapercibida. Igual que no ha tenido altavoces la realidad de la empresa Proconsi, de altísima calidad informática y tecnológica, que diseña programas para Repsol y Coca-Cola y otras multinacionales, y por voluntad de sus creadores ha decidido quedarse en Villaquilambre y no instalarse en Boecillo. Ha pagado el tributo de una subvención miserable. Pero es inútil pedir dimisiones de consejeros, alcaldes o concejales. No prosperan. Sólo nos queda abrir la agenda mental y anotar en el aire quién o quiénes han de completar la lista de personas non gratas.

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