Coches de choque
HAY días que Rodríguez Zapatero tiene razón. Deben de ser los impares, porque ayer fue uno de ellos. El líder socialista anda «ebrio de oposición», dicen los cantares del PP, pero acierta al meter la llave en la cerradura. Le sienta bien la huelga, y se le nota: está más agresivo, más ocurrente, menos respetuoso con el poder. En pequeños detalles recuerda lejanísimamente a Alfonso Guerra. O eso quisiera. Quizá esté naciendo un nuevo estilo: el «guerro-zapatismo». Ayer comparó al gobierno con una pista de coches de choque. No está mal como ocurrencia. Iniciativas legales, proyectos del Consejo, globos-sonda, filtraciones, se lanzan a esa pista a chocar con los vehículos de la opinión. La «melé», como «melé», sale perfecta. No cabe más confusión. Ahora mismo, nadie recuerda si el decretazo es un decreto o un proyecto de ley. Y las otras leyes anunciadas, insinuadas, filtradas o prometidas, ¿qué habrán sido? Se han desvanecido, como sueños de poeta. Menos mal que hay ministros, como Mariano Rajoy, que están al quite. Y por él hemos sabido que el Gobierno nunca habló oficialmente de reformas que mencionan los periódicos. ¡Qué consuelo para obispos, oenegés, sindicalistas! Nada tiene categoría de proyecto, ni siquiera existe, si no ha sido anunciado oficialmente. Con lo cual, hay que hacer dos diarios. Uno, con el epígrafe de «noticias avaladas por el gobierno». Otro, de «noticias de padre desconocido». Las primeras serán dignas de crédito. Las segundas, desmentibles según vayan los choques en la pista. Hay dos Españas: la oficial y la publicada. ¡Menos mal que ése es el problema! Menos mal, porque yo tenía previsto escribir que el gobierno está de mala racha. Necesitado de vacaciones. Pero la declaración de Rajoy me evita ese escrito tan peligroso, pues podrían acusarme de hereje. Aunque este gobierno jamás haría una cosa así. Oficialmente.