El sucesor
YA se están probando los trajes que Aznar va dejar, a ver a quién le cae mejor la ropa presidencial. Se cursan apuestas sobre las personas, no más de tres, que tienen más posibilidades de ocupar el puesto de gerente en esa empresa llamada España. Aznar ha dicho que se va y se va. Es un castellano leal a su palabra. Por otra parte, ha hecho muy bien en no delatar las preferencias que pueda tener por una candidatura o por otra. Así se evitan arremolinamientos. Si se supiera el nombre de su sustituto se apiñarían desordenadamente en torno suyo los pelotas y los logreros. En las áreas cercanas al poder hay siempre más empujones y más codazos que en las áreas de penalti cuando se saca un corner. En esas especulaciones estábamos cuando Adolfo Suárez, que ya no tiene por qué valerse del divino don de la palabra para ocultar sus pensamientos, pues ha dejado la política activa, ha terciado en la cuestión sucesoria. Su favorito como futuro candidato del PP a la Presidencia del Gobierno es Jaime Mayor Oreja. No conforme con exaltarle, ha menospreciado a sus posibles rivales, descartando a Mariano Rajoy y llamándole «soberbio» a Rodrigo Rato. Es curioso que en nuestro idioma el vocablo soberbio lo mismo aluda a la grandiosidad y la calidad de magnífico, que a la altivez y el envanecimiento. Pasa igual que con la palabra joder, que lo mismo significa practicar el coito que fastidiar. Estas quinielas políticas son siempre arriesgadas, ya que un golpe de viento puede llevarse el boleto premiado. El mismo Adolfo Suárez, primer presidente de la democracia, bien pudo no serlo, en caso de no haber muerto en la carretera Herrero Tejedor. La historia recoge una de las formas en que las cosas pudieron suceder, precisamente aquella en la que sucedieron, pero todo pudo ser distinto. Como todo el mundo sabe, es difícil prever cualquier cosa, pero sobre todo el futuro. Lo mejor en estos casos en tener paciencia, que según Bierce es una forma menor de la desesperación.