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Publicado por
Pedro Crespo
León

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CON la censura -y de este tema sabemos mucho los veteranos de la prensa española- se aligeraban de imágenes y conceptos diarios y revistas, películas y obras teatrales, en el pasado franquista, que ahora algunos contemplan con la nostalgia de la juventud perdida, gastada y empleada. El diario salía sin el editorial, o sin la foto, y se ajustaba el plomo para eliminar la frase, o el adjetivo -una palabra como culo, por ejemplo, estuvo prohibida, aunque se tratase del de un vaso- que había merecido la atención, y la tachadura, del lápiz rojo, a la cera. Sin embargo, lo que cuenta el corresponsal de Le Monde en Nueva York, Eric Leser, es algo mucho más original y sorprendente. Leser nos cuenta que un tipo listo y mormón, llamado Ray Lines, ha montado, en Salt Lake City, la capital de UTA, un pingüe negocio a base de eliminar, de películas conocidas, todas las escenas de sangre, sexo y violencia. De esta forma ha cogido, por ejemplo, Instinto básico, la película de Paul Verhoeven, y le ha quitado todas las secuencias con el picahielos, incluyendo de paso la del famoso y relampagueante cruce de piernas de Sharon Stone. Luego ha pasado por Titanic, de James Cameron, y le ha amputado la secuencia en que Kate Winslet posa, en orondos cueros, para Leonardo Di Caprio, quitándole también la del fornicio en el coche de los cristales empañados. De Gladiador, de Ridley Scott, naturalmente, ha quedado poco más que un cortometraje al eliminar las amputaciones y la sangre de las batallas y de las arenas de los circos... Pero en los estantes de su empresa de alquiler de videos, la CleanFlicks, que se traduce como golpecitos de limpieza, las películas están debidamente censuradas, sin golpes de senos, entrepiernas ni ocasiones hemoglobínicas. Y tiene un público que responde. Tanto que el precio del alquiler de los vídeos limpios triplica prácticamente el de los naturales. Lo primero que uno piensa es que los realizadores y las productoras de las películas demandarán -en el país de los abogados- al supuestamente listo mormón y le enfundarán las manos en unos guantes especiales además de crujirle con el peso de unas indemnizaciones millonarias. Sin embargo, no es así. Los productores reciben su dinero por cada vídeo que venden a la empresa limpiadora y ésta lleva a cabo su función singularmente con cada unidad. No hay copias al por mayor, que pudieran confundir al usuario, sólo borraduras al por menor. Todos ganan, en opinión de los asesores legales de la limpiadora, porque todos cobran y el cliente, que tiene a su disposición, y más baratas, las versiones originales de las películas, prescinde de las secuencias que le pueden perturbar la digestión, aunque con ello pierda la esencia de la historia.¡ La censura recompensada! Cosas veredes Mío Cid, que decía el bueno de Sancho.

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