Diario de León
Publicado por
J. F. Pérez Chencho
León

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LA cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE aborda hoy en Sevilla el problema de la inmigración. Ha sonado la alarma en varios países ante las oleadas de desarrapados que buscan una mejor aurora. Es como la invasión de los hambrientos. Llegan en pateras, camuflados en camiones, en barcos cuyas panzas son como cámaras del horror. Llegan estafados por mafias, sin papeles. Una gran mayoría son detenidos y devueltos a sus países de origen. Otros deambulan como hijos de la negritud por ciudades, pueblos y campos, hacinándose en chabolas, siendo explotados en plantaciones de frezales, en la construcción o en la prostitución. La política española sobre inmigración ha sido un fracaso, admitido incluso por el propio Gobierno. A la cumbre que hoy comienza en Sevilla, la saluda el encierro de 423 inmigrantes que llevan ya diez días en la Universidad Pablo de Olavide. Piden que se regularice su situación. Quieren lo que todos en su misma e ilegal situación: pepeles. El Gobierno no ha intervenido para desalojarles, ni lo hará hasta que «nos lo pida la rectora». Será muy difícil que lo haga, ya que toda Universidad es algo así como un templo de libertad. La cumbre deberá dar respuesta al problema de la inmigración. Un problema que apunta algunos atisbos muy graves: xenofobia, quiebra de la convivencia e intolerancia. A finales de los sesenta estudiaba en la Facultad de Veterinaria de León un muchacho negro. Era muy querido. La excepción. Hoy familias enteras de inmigrantes invaden suburbios y campos. La convivencia, a veces, lija las relaciones, sobre todo cuando entran en escena esos bestias llamados «cabezas rapadas». Hace un par de días, en Pozuelo de Alcorcón dos chicas y un chico apalearon a una mulata de 17 años, adoptada por una familia española. Iban al mismo colegio. La insultaban y escupían desde hace años. Hasta que la molieron a palos. Días antes, en Sant Vicenç de Castellet -Barcelona-, otro grupo de jóvenes propinó una brutal paliza a un magrebí e incendiaron la casa en la que vivía con su familia. Hubo trece detenidos. Los padres de los muchachos no sólo no condenaron la brutalidad, sino que han echado más leña al fuego, enfrentándose e insultando a los inmigrantes. La huelga general ha dado paso a la cumbre. Se cierra el ciclo de la presidencia española en Europa. Son muchos e importantes los temas en agenda. El de la inmigración se me antoja vital. Quizá comiencen a abordarlo nada más concluir el encuentro Brasil/Inglaterra del Mundial. El que ya no lo verá con esa serena quietud de apasionado del fútbol es Ángel Herrero Conde, Roherre. Ha muerto. Ángel Herrero fue un estandarte de la información deportiva en Diario de León. Un cronista esforzado. Fuimos amigos y vecinos. Sé de su honesta trayectoria y de su pasión por el periodismo deportivo, lo mismo cuando bautizaba a Marianín como el Jabalí del Bierzo, que cuando rivalizaba en pondus y criterio con la competencia de Ricardo Aller en Proa. No fue un maestro literario, pero sí un periodista deportivo que creó escuela. Mi emocionado respeto.

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