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Publicado por
Consuelo Sánchez-Vicente
León

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LA política tiene algo de representación. De teatro. En ambas artes, creerse el papel que interpretas es imprescindible para llegar al público. Pero, tanto en la política como en el teatro, la frontera entre lo sublime y lo ridículo la marcan las exageraciones. Lo que en el chispeante mundillo de la farándula denominan «sobreactuar». Y eso es lo que a mí me parecen los balances que el Gobierno y los sindicatos han presentado sobre el seguimiento de la huelga del 20-J: sobreactuaciones ridículas. Los dos. 67 puntos de diferencia entre lo que unos y otros dicen que ocurrió no es una «horquilla», sino la peineta que se pone la Duquesa de Alba en las bodas de alcurnia. Ni la más insolvente de las empresas de "encuestas a la medida" que medran en nuestro país se habría atrevido a presentar al más sectario de sus clientes un sondeo tan desvergonzadamente parcial como el que resulta de cruzar el 17 por ciento de seguimiento que el Gobierno sostiene que ha registrado esta huelga y el 84 por ciento del que hablan los sindicatos. No uno de los dos: los dos mienten. Y el tercero en discordia, el PSOE, también por respaldar sin matices la versión de los sindicatos. ¿Nos toman por tontos? Todos vimos lo que ocurrió ese día en nuestro propio entorno. Y, a falta de datos creíbles sobre los que fundamentar un análisis medianamente objetivo de la cuestión, todos hemos llegado a nuestras propias conclusiones. Que esta huelga podía y debía haber sido evitada ya lo he dicho aquí cien veces. No insistiré en ello. Pero, como el Gobierno y los sindicatos empezaron a "mentir" muy temprano, me eché enseguida a las calles de mi ciudad, Madrid, para poder juzgar por mi misma. Y mi impresión personal es que, de todas las huelgas generales de la democracia, esta ha sido la más ciudadana, la más cívica, y la más libre.