desde la corte
Por un puñado de votos
Austed y a mí, Cataluña nos queda lejos, ya lo sé. Por tanto, que haya una ruptura entre el Aznar y Pujol es, como dijo una vez Calvo Sotelo, "un asunto distinto y distante". Además, puede que estemos ante una ceremonia conocida: vienen elecciones, los socialistas de Maragall aprietan, y a PP y CiU les interesa montar una ceremonia de distancia para mantener íntegro su electorado. Los nacionalistas catalanes son grandes expertos en esa representación. Hubo un tiempo en que montaban un divorcio cada cuatro años para volver a abrazarse después. Sin embargo, ahora todo es diferente. Y más peligroso. Está claro que Aznar no necesita a los catalanes ni a nadie para gobernar. Pero, ¿compensa el beneficio de las urnas locales a cambio de los riesgos que supone? Hay dos grandes motivos para desear que el periodo de reflexión que dejó abierto Javier Arenas se resuelva con un retorno al acuerdo. El primer motivo es que el Gobierno de España no debe abrir un nuevo frente con los nacionalismos. Eso no hará otra cosa que empeorar el debate de la tensión territorial e incluso de la unidad nacional. Si las gentes de Pujol y Mas se quedan en minoría en el Parlamento catalán, sentirán la necesidad de echarse en brazos de Esquerra Republicana. Y yo pregunto: ¿no tenemos bastante con el «frente nacionalista» del País Vasco? El segundo es que el PP no debiera aumentar la imagen de soledad que sufrió en la votación del «decretazo». Y menos todavía, con el argumento de que los catalanes no se han portado bien en la huelga general. Eso sería trasladar a la política el principio de que «quien no está conmigo, está contra mí». Y algo peor: podría suponer que los catalanes no apoyasen en su día la ilegalización de Batasuna. Habría que dar el consejo preferido de Felipe II: «Sosegaos». Hay cosas que están por encima de un puñado de votos.