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León

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En la tribuna (Diario de León, 21 de Junio de 2002) «Tópicos sobre el laicismo», Vicente Huerta establece una serie de trampas teóricas contra la enseñanza laica. Es difícil de entender como una persona tan culta cae en tales errores, o como una persona tan moral lanza tanta falsedad en torno a un tema muy delicado e importante. El mismo señor Huerta alude a una serie de razonamientos que no son tales, sino descalificaciones gratuitas a quienes defienden la enseñanza laica en la escuela pública -que es diferente a escuela estatal-. Finaliza su artículo defendiendo los valores verdaderos, cuando la lógica no puede aplicarse a verdades totales, sino a descubrir verdades más generales y profundas. Lo que este señor entiende como verdad absoluta lo es para él, pero puede no serlo para otra persona. Por eso en la enseñanza no puede imponer un modelo de pensamiento, sino aprender a pensar, a crear, a contar, leer, materias de conocimiento, valores éticos y sociales. Nunca materias de fe ni ideológicas. Y todo ello desde un punto de vista crítico y amplio. Bastaría citar el catecismo para entender que si una persona cree es «por la gracia de Dios», nunca por la imposición de una autoridad, lo que sería tomar el nombre de Dios en vano. Pero esto con todo lo que conlleva de verdad religiosa, es lo que Vicente Huerta llama «razonamiento adulterado». Le recomiendo la obra «Manual de Lógica» del profesor Pedro Guirao. Enseña una serie de leyes de la lógica que de no tenerse en cuenta se cae en graves errores. Algo que se detecta en cada una de las argumentaciones del artículo «Tópicos del laicismo». Se omiten las premisas esenciales de la argumentación (Entinema). Luego cae en formular la conclusión a la que quiere llegar a modo de premisa (silogismo contraído y Epiquerema, cuando hace una cadena de ellos). Y desde luego todo el artículo es un ejemplo claro de Sorites categórico: una cadena de premisas que unen la inicial con la última como si fuera una conclusión. Acusa a las que defienden la enseñanza laica de caer en el sofisma, lógica de la apariencia, cuando confunde el concepto con el juicio sobre una cosa, ya que es preciso conocer el objeto de lo que se habla, y no formar, como hace Vicente Huerta, una ficción sobre la que disertar con el único fin corroborar su creencia, no su argumentación. Es lo que en la obra Crítica de la razón pura, Inmanuel Kant, llama Paralogismo, una ilusión inevitable, en la que se cae si no se conocen las leyes de la razón, o al menos del razonamiento, lo que lleva a falsear la razón convirtiendo una ilusión en una realidad objetiva. Se alega en el artículo referido que la laicidad en la escuela busca como solución neutral posicionarse a favor de un bando, cuando esto absurdo, ya que lo que se pretende es no imponer una creencia o ideología de nadie. Porque no es el ámbito de la escuela. Lo es del seno familiar, de las parroquias, sinagogas, mezquitas o demás templos. Iglesias y salones parroquiales no faltan en León. Cuando alguien quiere hacer pipí no se le coarta la libertad si se le pide que vaya al baño. Por muy necesario que sea no se puede hacer en cualquier lugar por un problema de respeto a los demás. Las razones de los ecologistas a las que alude o la del juez Roger nada tienen que ver con el asunto, sirven para deslizar un argumento engañoso. Que una persona sea católica no quiere decir que los demás lo sean y por ejemplo los símbolos de una religión, la católica, ¿qué pintan en un centro público? Están en el 80% de las aulas de educación primaria. Lo cual es claramente anticonstitucional en un Estado aconfesiona. El fenómeno religioso va implícito en las materia de historia, arte, literatura, ética y demás. Las clases de religión son de adoctrinamiento moral. Léase el Real Decreto 1330/1991. Ahora bien, es respetable que un católico quiera implantar tal enseñanza. Para ello se establece una alternativa a la religión. Personalmente no estoy de acuerdo, pero hay una ley y para cambiarlo hay que abrir un debate social. Pero no es un problema entre los que creen y no. En León hay varias parroquias católicas, con sus respectivos sacerdotes, que no están de acuerdo en imponer la religión en las escuelas públicas. Es un problema de talante y tolerancia. Lo que es impresentable es imponer a niños de 3 a 6 años, de etapa infantil, la materia religiosa, sin que esté regulada una alternativa y el que la manera de imponerse quede fuera de lo que establece la ley. Esto es lo que ha sucedido este curso en todos los centros. Sin contar con los Consejos Escolares, por encima de la dirección de los colegios se ha impuesto, y se ha obligado a elegir, a las madres y padres, una opción que no contempla la ley, la cual, Orden Ministerial 3/11/93, establece que el currículo de la religión católica en educación infantil «se impartirá a los niños cuyos padres así lo soliciten dentro de la jornada escolar». Como no se ha solicitado, imponen religión u otra cosa. Coincide esta actuación con el nombramiento como director provincial de León a un miembro del Opus Dei. Junto con otros numerarios forman una cadena dentro de la Administración. Un objetivo primordial de esta organización es combatir el laicismo, tal como se exige en los documentos privados del Opus Dei; apunte 193 del fundador: «Es necesario luchar contra el laicismo con aparente laicismo». El fundador de la Obra también dice: «Nuestra labor no es trabajar como un grupo más, sino abrirnos en abanico», con la pretensión de «estar en todas partes», para lo cual el Opus Dei ha diseñado la estrategia de «estar presentes personalmente, no en grupo, vivificando los ambientes con vibración apostólica». Así se reitera en la carta de Alvaro del Portillo dirigida a los miembros de la organización, 8 - XII - 1981: «El Señor nos quiere como fermento en la masa. Allí donde está uno de nosotros trataremos de ponerlos por la Obra y nos esforzaremos por meterles -en un apostolado continuo en la existencia de los que nos rodean-. Estáis hijos míos en todas partes: en los ambientes académicos, en el mundo del trabajo, en las parroquias, en las iniciativas civiles, educativas, asistenciales». He aquí una parte del meollo de la cuestión. Espero que con los datos aportados, de manera breve, y los argumentos presentados, muy escuetos por falta de espacio, hagan cierta la máxima: «Error hesternus sit tibi doctor hodiernus».

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