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TRIBUNA

¿Es la ley de calidad la solución?

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DECIAMOS hace unos días , que la Ley de Calidad de los populares, con la que sepretende corregir los defectos de la Logse de los socialistas, se propone sustituir el sistema comprensivo de ésta por lo que se ha dado en llamar sistema de oportunidades cuyo objetivo, muy loable, es que todos los alumnos dispongan de las mismas oportunidades de acceso a la educación. Aprovecharlas o no dependerá de cada uno, el estado cumple garantizándoles la posibilidad de estudiar. Si sus capacidades, motivaciones, interes o desconocimiento de la lengua (inmigrantes) les impiden hacerlose les busca otra salida: Iniciación Profesional, algún itinerario que conduzca al mundo del trabajo o directamente al trabajo. No importa que hablemos de una etapa especialmente difícil, 12-16 años, en la que las diferencias de origen son más acusadas y en la que, por tanto, son más necesarias ls medidas compensadoras de las desigualdades. Es decir, se trata de una política que ve en la selección del alumnado, y no enla compensación de los débiles, la solución de los problemas de todo del sistema educativo. Quisiera hoy comentar algunos de los aspectos más relevantes de la Ley que, según anuncia, elevará el nivel de nuestro sistema educativo y lo colocará entre los de máxima excelencia de nuestro entorno. Veamos: 1. Calidad de la educación. Se habla continuamente a lo largo del articulado de la Ley de calidad y excelencia y se considera como un principio de calidad la participación de los distintos sectores en el desarrollo de la actividad escolar y el esfuerzo de su autonomía. Sin embargo, en la práctica, una y otra se recortan en varios aspectos. Así, por ejemplo, la elección del director dejará de hacerla el Consejo Escolar, en el que están representados todos los sectores de la comunidad educativa. En el futuro lo hará una comisión mixta formada por representantes de la administración, uno de los cuales será su presidente, y del centro (en número inferior al 50% del total). ¿No cercena esto la participación y la autonomía de los centros?. 2. Itinerarios en secundaria. Teóricamente nacen para atender a los alumnos, que en el segundo ciclo de secundaria, carecen de motivación e interés suficiente para seguir los cursos y perjudican la buena marcha del grupo al que pertenecen. En la práctica servirán para dividir a los alumnos en función de su rendimiento académico y terminarán segregándolos a edad muy temprana según su origen social, lo que agravará las diferencias en términos cognitivos, hábitos, actitudes, expectativas, etc. Como decía no hace mucho Carlos Lomas, «el éxito académico y el fracaso escolar, tienen algo que ver con el origen sociocultural del alumnado. Por eso, en educación, algunos lo tienen todo ganado de antemano, mientras que otros parecen haber nacido para perder». ¿No es ésta una forma de segragación entre quienes no se lo puedan permitir y tendrán que salir del sistema educativo tras deambular por los itinerarios conducentes a la Formación Profesional o, directamente, al mundo del trabajo?. ¿Tendrán todos los centros los tres itinerarios que se proponen? ¿Qué ocurrirá en aquellos centros, sobre todo rurales, en los que el número de alumnos no sea suficiente para formar tres grupos distintos, uno por itinerario?¿No será éste otro modo de segregación, ahora por centros?¿Qué profesores impartirán los itinerarios que acojan a lo que ya se ha dado en llamar grupos basura?¿Con qué grado de motivación trabajarán estos profesores?. 3. Reválida o Prueba General de Bachillerato. Se trata de una nueva prueba externa en la que, al terminar el bachillerato, los alumnos tendrán que validar de nuevo sus conocimientos y, con ellos, las calificaciones recibidas de sus profesores, ¿se sugiere, quizás, que injustas?. Nada hay que objetar a la conveniencia de que exista una prueba externa que permita medir el grado de madurez de los alumnos para proseguir estudios universitarios, el problema es qué se evaluará en ella: la capacidad de razonamiento para realizar nuevos aprendizajes o la memoria de los alumnos para almacenar datos. En cualquier caso, al tratarse de una prueba terminal permitirá contrastar el nivel de concocimientos adquiridos (o en palabras de la ley, «saber si los alumnos saben lo que han aprendido»). 4. Admisión de alumnos. Según se establece en el artículo 73 del anteproyecto de Ley los centros podrán especializarse en determinados aspectos del currículo en la búsqueda de la máxima calidad educativa. Asimismo, el artículo 68, sobre admisión de alumnos, dice que «los centros que ofrezcan alguna especialización curricular podrán incluir, como criterios complementarios, otros que respondan a las características propias de su oferta educativa». Esta vía permitirá que los centros que atiendan a zonas deprimidas se especialicen en los itinerarios menos prestigiosos y dejen éstos a los que hallan en las zonas más prósperas y, como consecuencia, podría terminar apareciendo una nueva y doble discriminación: por un lado, entre enseñanza pública, obligada a ofertar todos los itinerarios y enseñanza privada, que obviará los itinerarios menos prestigiosos; por otro, entre centros, según la extracción social del alumnado que asiste a ellos. 5. Cultura de esfuerzo. Se insiste una y otra vez en el esfuerzo como valor que dará calidad a la educación. Ciertamente no hay aprendizajes sin esfuerzo y los estudiantes deben esforzarse y trabajar duro para aprovechar las oportunidades que el sistema les ofrece. Se olvidan, sin embargo, otros valores que en nada desdicen junto al esfuerzo: la tolerancia, la solidaridad, la cooperación entre iguales, el respeto al medio ambiente, desarrollo de actitudes democráticas y de participación ciudadana, etc., son valores que se contemplan en igualdad de condiciones en el actual sistema. Respecto al esfuerzo, conviene decir que desde mucho antes de que la Logse entrara en vigor, recuerdo cómo los docentes nos quejábamos de la falta de esfuerzo de los estudiantes del BUP de entonces. ¿No se corresponderá ese rechazo al esfuerzo más a la comodidad en la que, afortunadamente, las nuevas generaciones ha crecido y a la facilidad con la que, sin esfuerzo, han conseguido sus deseos?¿No tendrán algo que decir al respecto la dejación de funciones de las familias, delegando toda exigencia en el sistema educativo, y la sociedad de la Operación Triunfo, del dinero y el éxito fácil?. Podríamos continuar este análisis hablando de la introducción de la asignatura de Cultura y Religión, contra argumentos del Tribunal Supremo, o de la ausencia de financiación -la única referencia a financiación en todo el articulado se refiere a la educación concertada- Creo, sin embargo, que lo expuesto evidencia que la solución verdadera no está en la Ley de Calidad presentada. Al menos, no de la forma que se intenta hacer.

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