La audiencia

LOS secretarios generales de Comisiones y UGT han decidido suspender relaciones con el Gobierno mientras el presidente Aznar no acepte tomar un café con ellos, aunque sea sin azúcar. Un café y una conversación, eso es los que piden. Quieren hablar del llamado decretazo y hacerlo precisamente en Moncloa, no en ningún otro sitio. A mi juicio, la reunión debiera ser cuanto antes, que para luego puede ser tarde, y no porque yo crea que hablando se entiende la gente, sino porque «hablar es examinarse», y ambas partes deben acudir a un examen de conciencia. Programar nuevas manifestaciones es arriesgado: puede cansar incluso a los sectores más móviles de la población y además ha empezado a hacer calor y la gente prefiere acarrear una sombrilla de playa a una pancarta. Sería bueno, por lo tanto, que la entrevista se produjese y que se tomaran juntos no sólo un café, sino una copa y si alguno lo desea, se fumara un puro. (Fidalgo es un gran fumador, a pesar de ser médico. Aznar y Méndez creo que no, a pesar de no serlo). ¿Por qué no se ponen de acuerdo? Están distraídos con otras cosas: el presidente con Europa y los secretarios generales con eso del orgullo gay, que cumple 25 años y ya está hecho un hombre. En todas partes se han hecho manifestaciones, al grito de maricón el último. La de Madrid congregó a 250.000 personas, según la Policía Municipal, y a 400.000 según los organizadores. ¿Cómo puede saberse el número exacto? Los homosexuales llevan razón, porque han sido inicuamente perseguidos, pero no llevan peineta, lo que hubiera facilitado su recuento. No cabe duda de que son un manantial de votos y los políticos se apresuran a beber en él. Se entiende peor la palabra «orgullo», incrustada en las legítimas reivindicaciones. El diccionario la define como arrogancia, vanidad y exceso de estimación propia, pero muchas cosas han cambiado. Antes los futbolistas se peinaban a lo garçon y ahora Ronaldo se peina a lo coño. Qué dos goles metió, hablando de otra cosa.