El sondeín

NO sondees que es peor. Te preguntan, bien sea por la calle o molestándote al teléfono, algo insustancial y poco después con tu respuesta le han cortado la cabeza a Fulano, quitan un programa de televisión o incluso hasta declaran una guerra. Ojo con los sondeos, que los carga el diablo y hay quien le saca mucha conclusión, a veces demasiada, al sí/no/no sabe/ no contesta. Durante las últimas semanas, en el Partido Popular andan un tanto alborotados con la filtración de un sondeo interno de popularidad y valoración. Un ministro de Hacienda podrá ser muy eficaz en lo suyo, pero dudo que el ciudadano le aplauda hasta el punto de ensalzarlo en las encuestas, aunque luego vote a su partido. Los sondeos sólo sirven para constatar lo que ya sabían quienes previamente lo han encargado, verdades de cajón, que dos y dos son cuatro, o que el Real Madrid es mejor que el Barcelona, pero cuando la respuesta exige matizaciones, si no está muy bien planteada la pregunta, se desmorona el invento, y encima hay que pagarlo. Además, en los periódicos leemos informaciones sobre los sondeos más estrambóticos: que si tres de cada cinco españoles votarían a Georgie Dann, en caso de que se presentase a las elecciones, que si siete de cada diez ciudadanos estadounidenses creen que Elvis Presley vive escondido en La Antartida, en fin, tiene uno la sensación de que ya no hay nada que preguntar o que la sociología ha terminado siendo la hermana cutre del horóscopo. Lo mejor, en cualquier caso, es sondearse uno a sí mismo. Y no hacerse trampas, claro.