Daños colaterales
NOS hemos acostumbrado al horror, que es inhumano, pero aún nos cuesta un poco de trabajo acostumbrarnos al error, que sí es cosa de humanos. Aviones de EEUU han bombardeado «por error» una boda en Afganistán. Sin duda confundieron a la novia, que iba blanca y radiante, con el oscuro y torvo Bin Laden. Las víctimas de la heroica acción de los pilotos yanquis pueden ser 120, entre muertos y heridos, pero el Pentágono reconoce que se ha equivocado, lo que no deja de ser un consuelo. !Mueran los novios¡, podría haber sido el grito, pero no. Ha sido sólo una pequeña equivocación: la bomba lanzada por los aviones falló su objetivo. Hay que preguntarse qué objetivo tiene seguir lanzando bombas sobre las atormentadas colinas ocres donde sólo quedan cuevas deshabitadas. El poderoso ejército americano está arruinando las ruinas. No queda nada por destruir, ya que allí nadie podrá levantar cabeza en mucho tiempo, ni siquiera para liarse el turbante. La coartada de los lejanos matarifes aéreos es que allá en Kakrakai, donde se celebraba la ceremonia, se dispararon varios tiros al aire, en señal de regocijo, y los B-52 y AC-130 americanos creyeron que se trataba de una de esas defensas antiaéreas que ya no quedan. Celebra el pueblo americano su fiesta nacional y la Casa Blanca ha hecho un llamamiento a los estadounidenses para que sigan manteniendo la vigilancia. Se temen nuevos ataques, como el monstruoso acto terrorista que provocó el derrumbamiento de las torres que «desprecio al aire fueron», pero, por si acaso, ellos siguen atacando a un enemigo inexistente. Están buscando talibanes, pero como ya quedan pocos, se conforman con cualquiera que se parezca al mulá Omar, aunque sea el padrino de una boda. No es el primer bombardeo por error de Estados Unidos contra objetivos civiles. En enero de este año, tropas especiales que perseguían a miembros de Al Qaeda, mataron a 21 afganos en la misma provincia. Ya que nadie puede pedirles piedad, no estaría demás que alguien les pidiera puntería.