Los pelos de las ranas
LOS jueves, pulso. Un jueves, 20 de junio, hubo huelga general. Al jueves siguiente, sus promotores Fidalgo y Méndez solicitaron ser recibidos por el Presidente. Y ayer, que también era jueves, el Presidente les respondió: «Hablen con Rato». Y Rato, a su vez, los envía a los ministros correspondientes. La respuesta fue fría como un témpano. Donde antes había abrazos e invitaciones a verse, ayer hubo un distante «muy señor mío». Eso sí: el gobierno y algunos medios han dicho que esta respuesta supone que se retoma el diálogo social. Como si aquí no hubiera pasado nada. Lo que ha pasado es que los sindicatos han amenazado con nuevas movilizaciones si el presidente no les recibía. Y, como el presidente no los recibe, ya está ahí la palabra desplante y se vuelve a calentar el mes de julio. El día 15 habrá dos debates del estado de la nación: uno, de discursos, en el Congreso, y otro, de pancartas, en las protestas de la calle. Rodríguez Zapatero no podrá estar en los dos. La respuesta de Aznar es la típica de su fuerte personalidad: no puede sentarse a negociar con señores que le acaban de echar un pulso. No puede dar un abrazo a personas de quienes piensa que pretenden no dejarle irse de rositas. No puede disimular una sonrisa cuando hace sólo un mes que ha dicho que estos sindicatos le hacían mucho daño a España y a la presidencia europea. No reunirse con ellos es casi una cuestión de dignidad personal. Lo decíamos en esta columna el pasado día 21: «Por motivos menores, mucho menores, Zapatero lleva meses esperando que le abran las puertas de Moncloa». Supongo que en ese palacio habrá un estanque donde croan las ranas. Y sospecho que habrá un ujier o un jefe de negociado a su cargo. Si lo hay, den ustedes por seguro que tiene un mandato: avisar al presidente el día que empiecen a criar pelo. Y sólo en esa fecha se llamará a los sindicatos.