Diario de León
Publicado por
Antonio Papell
León

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SE daba por supuesto que Aznar procedería a una remodelación del gabinete al término del semestre de la presidencia europea de la UE para colocar a alguno de sus ministros en la carrera autonómica y, de paso, para relevar a los miembros del Gobierno más desgastados y amortizados. La huelga general, con sus secuelas, ha aplazado la crisis, y hasta ayer mismo, la incógnita estribaba en si se produciría antes o después del debate sobre el Estado de la Nación. Ahora, Zapatero se verá obligado a variar su estrategia. Nadie podía prever sin embargo una crisis de tanta envergadura, que sorprendentemente no resuelve las candidaturas autonómicas -Matas y Piqué siguen en el Ejecutivo- y que modifica asimismo algunas expectativas de la carrera sucesoria. Claramente, Aznar, reacio a los cambios de equipo, ha entendido los riesgos que comportaba para su sucesor la decadencia de un gabinete que hacía agua por varios flancos, que en gran medida han sido ahora taponados. Asimismo, es imposible no deducir de la renovación producida ciertos signos que se relacionan con la sucesión. Así las cosas, la crisis tiene dos análisis dispares: uno propiamente político, que entronca con las aptitudes constatadas de los ministros salientes y con las capacidades de los entrantes. El otro, en que la percepción política se entremezcla con la psicología e incluso con la futurología, es el que se relaciona con la retirada del presidente popular. En primer lugar, la remodelación ha supuesto el apartamiento de los ministros más grises del viejo gabinete. Desaparecen de escena Villalobos, Birulés, Lucas, Posada, Cabanillas y Aparicio. En segundo lugar, y utilizando la mencionada óptica sucesoria, la carrera adquiere nuevos y sugestivos matices. Junto a los tres candidatos oficiosos, Rajoy, Rato y Mayor Oreja y a la incógnita de Acebes, asoman a la competición Zaplana y Arenas. Todos tienen ya idéntica oportunidad de lucimiento en puestos semejantes, por lo que el equilibrio no es dudoso. Y ello abona la tesis de que, aunque Rato reúne objetivamente todas las cualidades, el propio Aznar no ha tomado todavía una decisión definitiva al respecto. No hay signo alguno de debilidad gubernamental sino al contrario, y eso puede ser una contrariedad para los sindicatos, que tendrán más dificultades de las previstas para salvar la cara tras la huelga general. Aunque de las delaraciones que ayer realizó Aznar en un foro económico pareció desprenderse cierta voluntad de conciliación, pues están pendientes reformas sociolaborales que no podrían acometerse sin concertación. En suma, Aznar ha puesto en suerte al Gobierno y al partido con vistas a la etapa final de su liderazgo. El tiempo dirá si ha acertado manteniendo tan claramente el suspense sobre la sucesión.

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