Lo que queda por hacer
DEJENME que me siente y me tome un respiro». La frase es de una ministra, la de Exteriores, que ayer tomaba posesión de su cargo, cuando los periodistas le preguntaron «Y ahora, ¿qué?». Los otros nuevos/viejos ministros, más o menos: no quieren hacer ahora sus declaraciones de intenciones. No, al menos, antes de que José María Aznar lance su proclama en el Debate sobre el estado de la Nación. Pero, al margen de los respiros que el nuevo elenco ministerial quiera tomarse (tienen derecho a ello, desde luego), lo cierto es que hay mucha tarea pendiente para el conjunto del Gabinete, que trae aire fresco y nuevo a un Ejecutivo de Aznar algo cansado por el desgaste del ejercicio del poder. Para Ana Palacio, la citada ministra jefa de la diplomacia, ahí están Gibraltar y Marruecos, dos retos formidables ante los que se estrelló Piqué. Para Javier Arenas (y, desde luego, para Rajoy, como «número dos» de Aznar), el otro gran vértice de lo que deberá ser la acción del futuro: el diálogo con otras fuerzas políticas. Muy especialmente, con los nacionalistas. Y de manera aún más precisa, con los nacionalistas vascos -aunque no conviene olvidar a los nacionalistas de Pujol, que andan bastante irritados «con Madrid»-. ¿Hablará Aznar de diálogo, prometerá abrir más las puertas de La Moncloa, en el curso del Debate sobre el estado de la Nación? ¿Reconocerá que sí, que hubo una huelga el pasado día 20? Ya hemos dicho que no se trata solamente de cambiar caras, sino talantes. No sólo introducir nuevos rostros, sino también nuevos modos. Michavila, Acebes, el propio Arenas, Rajoy, Zaplana, ya han acreditado su voluntad de diálogo cuando «desde arriba» se imparten las órdenes correspondientes. Pero últimamente esas órdenes de dialogar no llegaban, o no llegaban de manera suficientemente nítida. Y, en otro orden de cosas, ¿de verdad no era preciso introducir cambios en el equipo económico? ¿O resucitar el Ministerio de Industria? ¿Se completa la crisis relevando -lo que está bien-a los ministros a quienes se consideraba «quemados», o más bien se hacía precisa una cierta reestructuración orgánica del Gabinete? Esperemos a las declaraciones de intenciones, que llegarán por boca de Aznar la semana próxima. Hasta entonces, quizá no convenga apresurarse a la hora de aprobar o suspender esta remodelación, porque lo importante son los criterios generales que animarán la actuación de estas gentes, todos ellos encomiables en lo personal y en lo referente a su trayectoria política. A ver qué hace ahora el director de orquesta...