La nueva política agrícola
LA reforma de la Política Agrícola Común (PAC) preparada por el comisario Fischler y aprobada por la Comisión Europea es una evolución del modelo vigente que conseguirá reducir algunas disfunciones absurdas aunque mantendrá en lo sustancial un sistema subsidiado y burocrático, en franca contradicción con los grandes principios mercantiles que inspiran el mercado único y los fundamentos ideológicos de la propia Unión Europea. Sin embargo, parece claro que las líneas de reforma van esta vez en la dirección adecuada. La PAC fue creada en los años sesenta para favorecer la producción agroalimentaria europea, conforme a unas pautas utilizadas asimismo por Estados Unidos (donde, por cierto, una nueva ley, la «Farm Bill», acaba de elevar las subvenciones al campo en un 80%). Los efectos negativos de tal intervencionismo son notorios: los europeos pagamos por los productos agrícolas los precios más elevados del mundo; las primas a la producción generan unos grandes excedentes sin colocación posible y han lanzado a agricultores y ganaderos a utilizar sistemas de producción intensiva de cuyas aberraciones provienen el mal de las "vacas locas", el uso fraudulento y nocivo de hormonas de todas clases y, últimamente, la introducción de transgénicos no suficientemente garantizados; finalmente, el modelo proteccionista impide a los países del Tercer Mundo exportar sus productos agropecuarios a Europa, con lo que se cercenan en teoría sus posibilidades de desarrollo (aunque sea muy dudoso que, en un mercado totalmente abierto y con precios muy bajos, pudieran llegar a desarrollarse por esta vía). El único efecto positivo de la PAC, en absoluto desdeñable y que por sí solo justifica su existencia (o la de cualquier otro sistema de subsidios semejante), es que ha permitido sobrevivir al sector agropecuario europeo, con lo que ello supone para el mantenimiento del entorno rural, para la distribución demográfica de la población, para la preservación del medio ambiente y del paisaje. Pascal Lamy, comisario de Comercio, francés de nacionalidad y por lo tanto en una posición incómoda (como comisario, apoya a Fishler pero, como francés, rechaza la reforma de la PAC), ha explicado a «Le Monde» lo que ocurriría si no existiese la PAC: «Si estuvieran sometidos a la división internacional del trabajo, los agricultores europeos desaparecerían. Porque, salvo excepciones como el vino o los cereales, los europeos podrían obtener todo lo que necesitan en el mercado mundial por menor precio. Y, en lugar de tener seis millones de explotaciones agrarias en Europa, tendríamos un millón. No queremos ese futuro, la agricultura no debe tener el mismo destino que el carbón». La nueva PAC avanza mediante algunos criterios que tratan de desactivar las principales disfunciones actuales: en primer lugar, el de desvincular -«desacoplar», se dice en la jerga comunitaria- el subsidio de la producción. Cada explotación recibirá el mismo subsidio -fijado por los antecedentes históricos, por lo que haya recibido en el pasado tanto si produce mucho como si no produce en absoluto. El productor tenderá a acomodar por tanto su producción a la demanda real. De hecho, ya se han producido avances en esta dirección: se había rebajado el precio garantizado de muchos productos, y esa merma en los beneficios había sido sustituida por ayudas directas. Pero ahora se da a este procedimiento una nueva vuelta de tuerca: se rebajarán aún más los precios de referencia (que quedarán reducidos a una simple red de seguridad) y se recortarán un 20% más (un 3% anual durante 7 años) las ayudas directas; con el dinero que se ahorre, se financiará el desarrollo rural mediante planes concretos, en colaboración con los Estados. Otra novedad es que tales ayudas directas se supeditarán al cumplimiento estricto de la reglamentación que se dicte en materia de medio ambiente y de seguridad alimentaria. Posiblemente no hay sistema perfecto, que siempre estaría en contradicción con los criterios de rentabilidad, oferta y demanda. Pero las ideas de Fischler no son rechazables a priori, ni es del todo cierto que en su proyecto prevalezcan los planteamientos y los intereses del Norte sobre los del Sur.